martes, 4 de mayo de 2010

El engaño de los agrocombustibles, hambre para el mundo pan para los coches

A la hora de pensar en un tema económico relevante en la coyuntura actual de América Latina se pueden enumerar muchísimos, en este caso debido al último informe de la FAO que nos dice que el número de personas por debajo de la línea de pobreza ha aumentado y que más de 1000 millones de personas sufren hambre en el mundo nos preguntamos qué ha ocurrido para que el principal objetivo del milenio, reducir la pobreza, no se haya cumplido.
Obviamente podremos encontrar múltiples respuestas a este cuestionamiento pero en este ensayo me gustaría responder relacionando el tema del hambre en el mundo con el problema del modelo de desarrollo que se ha instalado en América Latina en la última década basado en un modelo económico-productivo centrado en las industrias extractivas y agro-exportadoras y a partir de aquí presentar un debate que se está dando actualmente y que tiene que ver con destinar parte de la capacidad productiva agropecuaria de los países al cultivo de los mal llamados biocombustibles, a los que en este ensayo denominaremos agrocombustibles, en línea con la opinión de la Vía Campesina:
No podemos llamarlo ‘programa de biocombustibles’ ni, evidentemente, ‘programa de biodiésel’. Estos términos emplean el prefijo ‘bio’ para dar a entender que la energía en cuestión procede de la ‘vida’ en general. Eso es algo ilegítimo y manipulador. Debemos encontrar un término para cada idioma que describa la situación de forma más exacta, un término como ‘agrocombustible’. Este término se refiere específicamente a aquella energía creada a partir de plantas cultivadas mediante la actividad agrícola. (Vía Campesina citado en Biofuelwatch et al, 2007:4)
Un modelo extractivo-agro-exportador
En la actualidad el modelo de producción capitalista se nos presenta como la generalización de un modelo extractivo-exportador que apunta a consolidar y ampliar aún más las brechas sociales entre los países del norte y del sur, basado en la extracción de recursos no renovables (petróleo y minerales), la extensión del monocultivo (para la producción de agrocombustibles), la contaminación y la pérdida de biodiversidad.
La mega minería, la construcción de mega represas, los proyectos previstos por el IIRSA y prontamente los agrocombustibles (etanol) ilustran a cabalidad esta nueva división territorial y global del trabajo en el contexto del capitalismo actual. (Svampa, 2009:38)
Siguiendo a Svampa y Antonelli (2009) podemos decir que el paradigma extractivista cuenta con una larga y negra historia en América Latina, marcada por la constitución de enclaves coloniales, altamente destructivos de las economías locales y directamente relacionado con la esclavización y empobrecimiento de las poblaciones. Ahora bien, pese a que la explotación y exportación de bienes naturales no son actividades nuevas en nuestra región, resulta claro que en los últimos años del siglo XX, y en un contexto de cambio del modelo de acumulación, se ha venido intensificando la expansión de proyectos tendientes al control, extracción y exportación de bienes naturales a gran escala . Esto porque durante los ´90, la mayor parte de los países latinoamericanos, llevó a cabo una profunda reforma del marco regulatorio, para conceder amplios beneficios a las grandes empresas transnacionales, que ya venían operando a escala global. Dicha reforma fue respaldada por diferentes organismos internacionales (Banco Mundial, BID, entre otros), a fin de facilitar, promover y garantizar el auge regional de este tipo de producción.
Este modelo de producción necesitaba un constante aumento de la productividad provocando un aumento del consumo de energía pese a sus consecuencias. Pero como todos sabemos, el petróleo es finito y está próximo al agotamiento pese a que su demanda continúa creciendo. Esto ha motivado la investigación de nuevas formas de energía denominadas “sostenibles” (energía extraída del sol, del mar, del viento, el hidrógeno) pero está comprobado que éstas no tienen capacidad para mantener el nivel de consumo actual. Por eso el capitalismo se reinventa planteando nuevas soluciones “sostenibles” desde dentro de su lógica de producción y consumo y propone el uso de agrocombustibles, los cuales se vuelven más rentables a medida que aumenta el precio del petróleo. (Del Potro, 2008)
Es de vital importancia preguntarnos entonces por este tema, con el objetivo de responder a los siguientes interrogantes: ¿qué modelo de desarrollo económico queremos para nuestra región? ¿basado en qué tipo de producción? ¿debe destinarse la producción agropecuaria a producir cultivos para generar energía o bien para producir más alimento?
¿Por qué producir agrocombustibles?
En primer lugar, aclaremos lo que se entiende por agrocombustibles: son combustibles líquidos que se extraen a partir de la producción de materias primas vegetales. Entre estos, los dos principales son el etanol, que es un alcohol producido a partir de caña de azúcar, maíz, trigo, arroz o remolacha, entre otros productos agrícolas y alimenticios y el agrodiesel, también llamado biodiesel que es la producción de aceite extraída de la soja, la colza o la palma africana.
Sin embargo, como afirman algunos pensadores que están estudiando el tema, la producción de este tipo de combustibles trae algunas consecuencias negativas ya que requiere de: a) monocultivos a gran escala, en tierras robadas a los bosques y a los campesinos de los países empobrecidos para su sustento; b) semillas transgénicas, alto empleo de agua, fertilizantes y plaguicidas químicos; c) condiciones de trabajo brutales en las plantaciones de caña de azúcar; d) su procesado en plantas industriales emplazadas principalmente en los puertos europeos o norteamericanos. (Del Potro, 2008)
Además, aunque se ha presentado este tipo de modelo productivo como la panacea del desarrollo para los países del sur, en realidad el beneficio económico del mismo, al menos en Sudamérica está controlado por un número reducido de empresas, por lo que resulta difícil pensar que estas ganancias llegarán algún día a las masas de población. A decir de Carrere,
El comercio y la molienda de soja en los cuatro países sojeros de América del Sur (Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia) son dominados por un reducido número de grandes compañías internacionales que manejan el comercio exterior de productos básicos: Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, Cargill (las tres con base en los EE.UU. y con el control del 80% de la industria de molienda de soja en Europa), y Louis Dreyfus, de Francia. Aunque estas compañías habitualmente no invierten en el cultivo de soja como tal, su influencia en la expansión del sector es muy importante. Los plantadores de soja a veces dependen de estas compañías de comercio exterior para obtener semillas, créditos y otros insumos. (Carrere, 2006:22)
Contrariamente, en defensa del modelo agrícola basado en la plantación de cultivos para agrocombustibles se ha destacado que este tipo de energía es una energía limpia y que por lo tanto se estaría contribuyendo a combatir el cambio climático, dando trabajo a los campesinos, aumento de las inversiones en investigación y desarrollo destinada a mejorar este tipo de cultivos, fomento de la agroindustria, así como también la conversión de tierras que hoy se encuentran sin explotar o subexplotadas en tierras intensamente productivas, entre otros beneficios.
Al respecto Honty y Gudynas sostienen que
algunos analistas minimizan los impactos ambientales de la expansión de los agrocombustibles sosteniendo que éste se dará sobre tierras que ya están bajo uso agrícola o ganadero. Agregan que existen suficientes tierras mal “explotadas” o mal “aprovechadas” y que si son utilizadas se podrán evitar los impactos en zonas ambientalmente comprometidas como la Amazonia o el Cerrado en Brasil. (Honty y Gudynas, 2007:16)
Agrocombustibles como motor del desarrollo ¿un mito?
Ahora bien, si investigamos un poco más a fondo la cuestión podemos ver que no todo es color de rosa o “verde” en la producción agrícola para agrocombustibles.
1. ¿Los agrocombustibles mitigan el cambio climático?
Al contrario de lo que afirman sus promotores, como Estados Unidos y la Unión Europea, podemos afirmar que esta nueva ola de monocultivos industriales no mitigará ninguno de los problemas existentes y creará nuevos. (Ribeiro, 2007)
Como bien se afirma en el informe de Biofuelwatch et al (2007:8)
la producción de agrocombustibles requiere grandes insumos de combustibles fósiles –en producción de fertilizantes, refinerías y maquinaria agrícola, en transporte–, algo que no se suele tener en cuenta al calcular el posible ahorro de emisiones. Hay importantes indicios de que el ahorro de emisiones que se consiga reduciendo la quema de combustibles fósiles queda anulado por las emisiones, mucho mayores, de la deforestación, el agotamiento y la quema de turberas, los cambios en los usos del suelo, la pérdida de carbono del suelo y las emisiones de óxido nitroso.
Agregando que
La destrucción de turberas es especialmente rápida y extensiva en el sudeste asiático, donde sólo Indonesia cuenta con el 60 por ciento de las turberas tropicales del planeta. Los científicos pronostican que casi todas las turberas desaparecerán en las próximas décadas, principalmente para convertirse en plantaciones, lo cual añadirá 40.000 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera.
La expansión de los cultivos de palma aceitera para fabricar agrocombustibles acelerará, sin duda, este proceso. (Biofuelwatch et al, 2007:9)
A esto habría que agregarle los efectos de la deforestación y del riesgo para el ambiente y los ecosistemas que genera orientar la producción a un modelo de monocultivo. Teniendo presente estos riesgos ya no queda tan claro que la producción de agrocombustibles contribuya a minimizar el riesgo del cambio climático y el calentamiento global.
2. Agrocombustibles y biodiversidad
La extensión de la agricultura intensiva y el método de siembra directa provocan deforestación y desertificación de los suelos lo que produce un deterioro cada vez más significativo de la biodiversidad de la región.
Varios ejemplos de Brasil ilustran la destrucción de la vegetación original del Cerrado. En el estado de São Paulo, por ejemplo, en las regiones de Franca, Araquara, Ribeirão Preto y São Carlos, las estadísticas demuestran que se ha destruido el 85 por ciento de la vegetación original, en gran medida debido a la expansión de las plantaciones de caña de azúcar y soja. El Cerrado es la sabana con más diversidad del planeta y es el hábitat natural de unas 10.000 especies de plantas. Ya se ha destruido más del 90 por ciento de la Mata Atlántica original. La zona que aún sobrevive alberga más de 20.000 especies vegetales (el 40 por ciento de las cuales son endémicas), 55 especies endémicas de aves, 21 especies endémicas de mamíferos y 14 especies endémicas de anfibios, todas ellas amenazadas con la extinción. (Biofuelwatch et al, 2007:20)
En el mismo informe se agrega que
Un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas, publicado en 2005 por la NASA, señalaba que el Pantanal, que ocupa parte del territorio de Brasil, Bolivia y Paraguay, se encuentra sometido a una enorme presión por la agricultura, que incluiría plantaciones de caña de azúcar y soja. El Pantanal es la mayor extensión húmeda del planeta y tiene una gran biodiversidad, pues allí viven al menos 650 especies de aves, más de 190 especies de mamíferos, 50 especies de reptiles, más de 1.100 especies de mariposas y 270 especies de peces. En la zona hiberna también un gran número de aves migratorias que en verano se desplazan a Norteamérica.
En febrero de 2007, Global Nature Fund y Ecotropia advirtieron que las licencias para construir nuevas destilerías de etanol en la cuenca del Pantanal conducirán a la destrucción de zonas de la sabana con una gran biodiversidad para dar paso a plantaciones de caña de azúcar, y provocarán una mayor deforestación, erosión del suelo y contaminación de las aguas. Advierten también que el Pantanal está amenazado por la conversión de las tierras altas del Cerrado en zonas de cultivo de soja y caña de azúcar, lo cual genera erosión del suelo, contaminación del agua y un trastorno del ciclo hidrológico del que dependen las tierras bajas del Pantanal. (Biofuelwatch et al, 2007:20)
3. Agrocombustibles y Derechos Humanos
Es importante destacar también, que la mayoría de estos cultivos son organismos genéticamente modificados ya que es necesaria la intervención genética para que produzcan el alcohol o el líquido necesario en menor tiempo y con menores costos de producción, el debate sobre los transgénicos es muy amplio y no lo desarrollaremos aquí pero sí se quiere destacar que este tipo de producción violenta el derecho fundamental a la alimentación, la soberanía y seguridad alimentaria de nuestra región.
En el mundo entero es alarmante la cantidad de hectáreas de producción de alimentos que están siendo sustituidas por la producción de granos que sirven para agrocombustibles lo que conlleva un aumento de los precios de los alimentos provocando que la crisis alimentaria sea cada vez mayor.
Además, en las zonas aledañas a este tipo de producción la utilización de agrotóxicos, plaguicidas y fertilizantes está perjudicando la salud de las comunidades, así como contaminando el agua y el aire de estas regiones. Por lo que no sólo se está violentando el derecho a la alimentación sino también el derecho a la salud y el derecho a un medio ambiente sano.
4. Agrocombustibles, empleo y desarrollo rural
Por lo general se ha argumentado que los agrocombustibles pueden favorecer el empleo en el campo y ser una herramienta para el desarrollo rural. Sin embargo, la producción de agrocombustibles en forma de monocultivos controlados por la industria agropecuaria está provocando que comunidades enteras se vean expulsadas de sus tierras, con frecuencia por la fuerza, para acabar viviendo en barrios marginales urbanos. Y los que se quedan en sus tierras como mencionamos más arriba sufren el riesgo de enfermarse producto de las sustancias tóxicas generadas por los plaguicidas y fertilizantes.
La actividad agroindustrial, en su habitual modelo de monocultivo a gran escala, con utilización obligada de productos agroquímicos (plaguicidas, fertilizantes, etc.) y condiciones precarias de empleo, no mejora las condiciones de vida de los campesinos, ni constituye una opción sustentable para sacarlos de la pobreza. ¿Cómo podría serlo si arrasa con sus recursos y conocimientos tradicionales, si destruye la base de los mismos (su medio ambiente) y los despoja de su soberanía alimentaria, de su futuro? (Boletín del WRM, nº 59, junio 2002 citado en Carrere, 2006:56).
Ante estos cuestionamientos viene entonces la pregunta ¿a quién beneficiaría realmente la producción y el uso de agrocombustibles? En mi opinión a los mismos de siempre, hemos podido ver a lo largo del ensayo que el negocio de los agrocombustibles está bajo el control de las multinacionales energéticas, químicas y petroleras, las transnacionales de la biotecnología y las multinacionales del automóvil. Todo esto se ha ido gestando desde las reformas estructurales de los noventa ante la imposibilidad de los países desarrollados de generar algún sustituto al petróleo.
Siguiendo a Del Potro (2008) podemos afirmar que las transnacionales que controlan el monopolio de la distribución de cereales y el sector de semillas y agrotóxicos, son las productoras de transgénicos cuyo interés principal es controlar las semillas que se emplean en los monocultivos. Por ejemplo, Monsanto controla el 90% de las semillas transgénicas que se plantan en el mundo.
Conclusión: ¿hambre en el mundo y pan para los coches?
Por esta razón es que a mi modo de ver no puede solucionarse el problema del hambre, los pobres están fuera, al margen del ciclo de circulación del capital porque ya ni siquiera su trabajo es necesario para la producción, por cada 100 hectáreas se registra un puesto de trabajo en las plantaciones de eucalipto, dos en las de soja y diez en las de caña de azúcar, a ninguno de los grandes capitalistas les interesa la situación de estas mil millones de almas, es más importante seguir reproduciendo las formas de acumulación del capital.
Como ha quedado demostrado, el avance de la frontera agrícola para agrocombustibles es un atentado contra la soberanía alimentaria, ya que la tierra para la producción agrícola se está dedicando en forma creciente para alimentar los autos de las personas del Norte. Un dato más para tener en cuenta: la cantidad de cereales que se necesita para llenar un tanque con etanol alcanza para alimentar a una persona durante un año.
Este proceso y esta reordenación territorial y productiva, lógicamente aumenta el precio de los alimentos generando más pobreza ya que la gente cada vez necesita más dinero para subsistir. Sumado a esto, la expulsión de los campesinos de sus comunidades que ya no producen lo que consumen sino que tienen que comprarlo. Y a nivel agregado, los países productores de alimentos ahora deben importarlo. Ejemplos: Argentina con la leche y el trigo, México el maíz, entre otros.
Al respecto Honty y Gudynas advierten
Uno de los puntos más discutidos es un posible conflicto entre los cultivos destinados a alimentos y los que se usarán para combustibles. Algunos analistas, varios políticos y muchas empresas han desestimado este hecho, señalando que América Latina cuenta con una disponibilidad de tierras para uso agrícola tan alta, que puede producir tanto alimentos como agrocombustibles. Esta postura minimiza un problema que es real, y que además ignora que conflictos de similares características ya ocurren en la actualidad.
(…) Incluso en naciones de grandes potencialidades, como Argentina, existen distorsiones en el mercado interno de alimentos (por ejemplo, la sojización extrema ha desplazado la ganadería lechera y este país enfrenta restricciones en la disponibilidad de productos lácteos ( Lapitz, 2004). (Honty y Gudynas, 2007:16)
Entonces si estamos comprometidos con la lucha contra la pobreza, el hambre y la desnutrición es importante replantear el modelo de desarrollo productivo de la región poniendo el foco en las necesidades de la población y no en la rentabilidad de las grandes transnacionales.
Algunos gobiernos de la región ya han comenzado a replantearse la idea de desarrollo dominante, será necesario avanzar en la discusión, creación y puesta en práctica de programas que tengan en cuenta un concepto de desarrollo amplio, multidimensional, ecológicamente sustentable y respetuoso de las culturas y costumbres de nuestros pueblos.
En el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010 presentado por el presidente de Ecuador puede leerse la siguiente definición de desarrollo, entendemos el desarrollo como: “la consecución del buen vivir en armonía con la naturaleza y la prolongación indefinida de las culturas humanas”.
Partiendo de concepciones del desarrollo como éstas es que estaremos en mejores condiciones de combatir las miserias que nos acosan, liberándonos de las imposiciones y recetas condicionadas desde el Norte.
Para finalizar dejamos una reflexión de F. Houtart ,
La agroenergía no es un mal en sí y puede aportar soluciones interesantes a nivel local, a condición de respetar la biodiversidad, la calidad de los suelos y del agua, la soberanía alimentaria y la agricultura campesina, es decir, lo contrario de la lógica del capital. En Ecuador, el presidente Correa ha tenido el coraje de detener la explotación del petróleo de la reserva natural del Yasuni. Esperemos que los gobiernos progresistas de América Latina, de África y Asia tengan la misma firmeza. Resistir en el Norte como en el Sur a la presión de los poderes económicos es un problema político y ético. Por lo tanto, denunciar el escándalo de los agrocarburantes en el Sur se constituye en un deber. (Houtart, 2009)
Bibliografía
Biofuelwatch et al (2007) Agrocombustibles - Una revisión crítica de nueve puntos clave. Disponible en http://www.tni.org/agrofuels/agrocombustibles9puntos.pdf [página web consultada el 19/09/09]
Carrere, Ricardo (coord.) (2006) PALMA ACEITERA. De la cosmética al biodiesel. La colonización continúa. Publicado por Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales. Disponible en http://www.wrm.org.uy/plantaciones/material/PalmaAceitera2.pdf [página web consultada el 19/09/09]
Del Potro, Noelia (2008) “Agrocombustibles: energías para mantener vivo el capitalismo disponible en http://www.nodo50.org/lagarbancitaecologica/garbancita/index.php?option=com_ content&view=article&id=166:agrocombustibles&catid=62:lucha-contra-el-hambre-la-fao-isolucion-o-problema-en-defensa-de-la-seguridad-y-la-soberania-alimentaria&Itemid=78 [página web consultada el 19/09/09]
Honty, Gerardo y Gudynas, Eduardo (2007) Agrocombustibles y desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe. Situación, desafíos y opciones de acción. Observatorio del Desarrollo. CLAES. Disponible en http://agrocombustibles.org/conceptos/. [Página web consultada el 19/09/09]
Houtart, François (2009) “El escándalo de los agrocarburantes en los países del Sur” en periódico La Jornada 20 de Septiembre de 2009. Disponible en www.jornadaunam.mx [página web consultada el 20/09/09]
Ribeiro, Silvia (2007) “Agrocombustibles versus Soberanía Alimentaria” en periódico La Jornada sábado 17 de Marzo de 2007 disponible en http://www.jornada.unam.mx/2007/03/17/index.php?section=opinion&article=024a1eco [página web consultada el 19/09/09]
Svampa, Maristella (2009) “La disputa por el desarrollo: conflictos socio-ambientales, territorios y lenguajes de valoración” en De Echave, José, Palacios Panés, Mario y Hoetmer, Rafael (coords.) Minería y territorio en el perú: conflictos, resistencias y propuestas en tiempos de globalización. Programa Democracia y Transformación Global, CONACAMI, COOPERACCION y Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. Perú.
Svampa, Maristella y Antonelli, Mirta (eds.) (2009) Minería Transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales. Editor

sábado, 1 de mayo de 2010

Vamos a reactivar el blog...

Voy a subir este texto que me gustó muchisimo porque no escribi lo que al profesor o a la gente le gustaría leer sino lo que pienso acerca del fenómeno del supuesto giro a la izquierda en sudamérica, espero que lo lean y obviamente las sugerencias, comentarios y discusiones son más que bienvenidas!!!
Saludos a todos desde méxico y más revolucionaria que nunca!!!


El giro a la izquierda en Sudamérica:

¿Verdadera lucha contra la desigualdad o la cumbre del gatopardismo?

Estoy de acuerdo con Calderón que “América Latina vive un momento de crisis, inflexión y cambio político, en el cual las relaciones entre institucionalidad y equidad son fundamentales para la gobernabilidad democrática futura”. (2008:121) Sin embargo, es necesario analizar más a fondo el proceso político generado con el agotamiento y la crisis del modelo neoliberal en la región.

En el presente trabajo, partimos del supuesto que las políticas neoliberales han fracasado, los resultados del fracaso son visibles en cada uno de los países que siguieron las directrices del consenso de Washington; la pobreza ha crecido, el empleo ha disminuido, y la región continúa con los índices de desigualdad más altos del mundo.

En este escenario, la población ha decidido mayoritariamente darle su apoyo a partidos y movimientos políticos que al menos discursivamente se presentan dentro del espectro ideológico de la izquierda o del progresismo.

Ahora bien, como no se puede dar por sentado esta idea así nomás en el ensayo intentaré analizar algunas de las dimensiones que en mi opinión caracterizan a la izquierda para poder, al menos, tener una idea clara sobre si los gobiernos que se dicen progresistas en América del Sur realmente están produciendo un cambio socio político profundo con su gestión o si simplemente es pura retórica para maquillar su funcionalidad al sistema capitalista en estos momentos de crisis.

No queremos entrar al debate acerca del reformismo o la radicalidad de cada uno de los gobiernos o los presidentes porque esto nos lleva a un callejón sin salida en las clasificaciones maniqueas entre izquierdas buenas y malas. Para superar estas discusiones hay que considerar las diferentes dimensiones que nos llevan a catalogar un movimiento político y social como de izquierda analizando los procesos sociales y políticos más allá de los liderazgos que los conducen. A partir del análisis de estas dimensiones nos interesa remarcar si los mismos pueden ser catalogados como gobiernos de izquierda que privilegian al campo popular o si simplemente se dicen llamar de izquierda pero sus principales políticas están beneficiando a las élites dominantes de siempre.

¿Qué es la izquierda? intentos de una definición

Para comenzar me pregunto cuáles son los rasgos que definirían a un régimen político particular como de izquierda. La categoría izquierda no es un término unívoco ni inmutable, por esta razón, resulta dificultoso plantear una definición. Haciendo estas salvedades y con la finalidad de poder continuar con el análisis definiremos a un movimiento político como de izquierda si al menos tiene en cuenta los siguientes puntos (Broesner, 2005:101-102): 1. Identificación con las clases trabajadoras y populares y procuración de representación de sus intereses en una lucha contra los grupos dominantes. 2. Compromiso con la democracia liberal como creadora de los valores de solidaridad, igualdad y libertad. 3. Propuesta de ampliar la democracia del ámbito meramente político y formal al de las relaciones económicas, sociales y culturales, para que sean regidas por los intereses históricos de las mayorías. 4. El internacionalismo y la solidaridad entre pueblos en la lucha por su emancipación nacional y social, creencia en la igualdad y hermandad de etnias y culturas y en la posibilidad de una futura democracia universal. 5. Compromiso con el nacionalismo antiimperialista. 6. Lucha contra el autoritarismo.

Para analizar si es posible incluir a los gobiernos sudamericanos que han sido catalogados como de izquierda a partir de estos criterios, analizaremos en un primer momento el contexto de surgimiento de los mismos y su política económica, en segundo lugar su compromiso con la democracia, en tercer lugar intentaremos mostrar la identificación con los intereses de las clases populares a partir del análisis de la política social de estos gobiernos y por último indagaremos acerca de la dimensión internacional de estos gobiernos para dar cuenta del antiimperialismo así como de la forma de inserción a la economía mundial.

El “giro a la izquierda en Sudamérica: ¿fin del neoliberalismo?

Parece ser evidente que el cambio en el perfil ideológico de los gobiernos en América Latina tiene que ver, como bien advierte Castañeda (2006:30), con que las reformas económicas, sociales y políticas implementadas desde los ’80 no han cumplido sus promesas. Aunque coincidimos en este diagnóstico no estamos de acuerdo con el autor en el hecho de que haya que presentar a los movimientos de izquierda de manera polarizada y maniquea entre los buenos y los malos, además como mostraremos en este ensayo quizá haya poco de izquierda en aquellos gobiernos que serían catalogados por Castañeda de izquierda moderna.

Las políticas y las reformas estructurales aplicadas en los 80 y 90 no dieron los resultados esperados, como nos deja ver Paramio

a partir de 1998, bajo el impacto de dos choques externos –la crisis asiática y la bancarrota rusa– el dinamismo que había caracterizado a las economías de América Latina en los primeros años de la década del 90 –con la excepción de las consecuencias del «efecto tequila» en México, Argentina y Uruguay en 1995– dio paso a un cierto estancamiento. Aunque en 2000 la región alcanzó 3,8% de crecimiento y recuperó el resultado de 1996, la tónica general en el cambio de siglo fue la de un «lustro perdido», en expresión del entonces secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), José Antonio Ocampo. (2006:63)

A raíz de esto se hizo necesario en la región un cambio de rumbo, así fue percibido por la mayoría de la población que ya sea por medio de movilizaciones masivas y conflictos sociales importantes o por medio de elecciones y de transiciones más ordenadas dieron su apoyo a partidos políticos que proponían un cambio político con respecto al neoliberalismo.

Sin embargo, en términos de política económica es poco el cambio que podemos ver en la mayoría de los gobiernos del giro a la izquierda. Salvo por el incipiente cambio en cuanto a la nacionalización de recursos naturales y al impulso de la economía social en Bolivia los demás países de la región no se han alejado demasiado de la ortodoxia económica de sus antecesores.

En todos los países de la región la economía de mercado es la regla, eso sí distanciándose del neoliberlismo ya que ahora el Estado regresa como actor principal en la regulación de las fallas del mercado. Podemos decir que estos gobiernos y movimientos políticos han abandonado la revolución a favor de la regulación. Un ejemplo de esta situación ha sido el gobierno del Frente Amplio uruguayo, al respecto afirma Arocena

en plena campaña electoral, encabezando las encuestas pero sin tener asegurada la mayoría absoluta, Vázquez anunció que su ministro de Economía sería Danilo Astori, político destacado cuyas posiciones moderadas habían sido minoritarias durante muchos años en el FA y que era visto por el empresariado y las IFIs como garantía de una cierta continuidad. A su vez, Vázquez fue eliminando de su discurso, gradual pero sistemáticamente, sus planteamientos más «estadocéntricos» y sus afirmaciones más polémicas, eficaces para convocar a la militancia pero que ponían en riesgo el voto centrista (2005:152)

Lo mismo podemos ver en el gobierno petista de Brasil donde la política económica tiene como objetivo central la estabilidad macroeconómica, la autonomía del banco central, el control de la inflación y el crecimiento económico, los pilares de la escuela de Chicago.

A pesar de la opinión de Castañeda (2006:41) en contra de la nacionalización de los recursos naturales en términos macroeconómicos creemos que esta es una de las políticas más positivas que han tomado algunos de los países de América del Sur y quizá la forma de diferenciar a los gobiernos de izquierda en la región, aquellos que tienen en la mira un modelo alternativo de desarrollo (Bolivia y Ecuador, también Venezuela) han ido por la senda de la nacionalización, aquellos que solo matizan en el discurso su oposición al modelo neoliberal han dejado los recursos naturales en manos del mercado y en la mayoría (Argentina, Chile, Perú y Brasil en menor medida por su inversión en el sector industrial) han profundizado el modelo extrativista exportador dejando los recursos estratégicos en manos de empresas trasnacionales que se convierten en verdaderas economías de enclave, dejando a los países cada vez más sumidos en la pobreza y convertidos en los basureros de los países desarrollados.

El sistema político de los gobiernos progresistas ¿democracia, populismo o autoritarismo?

A decir de Reygadas (2007:10) un elemento decisivo para que los nuevos gobiernos de izquierda hagan una diferencia es su compromiso con la democracia, si es sustantivo o meramente instrumental, si promueven o no mecanismos de democracia participativa, transparencia y rendición de cuentas o reproducen formas de populismo, corporativismo y clientelismo. Y al igual que con la política macroecómica el panorama es ambiguo ya que encontramos gobiernos como el Uruguayo, el brasileño o el chileno que son respetuosos de la democracia formal pero en otros lugares, muchas veces para poder torcer las oposiciones a estos regímenes de gobierno las acciones rozan la ilegalidad.

Ahora bien, resulta interesante analizar algunas figuras que han sido incorporadas en las nuevas constituciones de Bolivia y Venezuela que apuntan a socializar la democracia, a hacerla más participativa como son los mecanismos de democracia directa (referéndum, consultas populares y la iniciativa popular). Además de la novedosa figura del referéndum revocatorio el cual aumenta la accountability y la rendición de cuentas de los gobernantes así como coadyuva a aminorar los problemas de la falta de responsabilidad de los gobernantes para con los gobernados. En términos de la ampliación de la democracia formal, un proceso que habrá que seguir muy de cerca será la elección popular de miembros del poder judicial en Bolivia.

Como venimos diciendo estos procesos de ampliación y consolidación democrática no son lineales ni unívocos en toda la región ya que conviven con métodos de acción política autoritarios como son el cierre de canales y medios de comunicación opositores y de hostigamiento y persecución de líderes opositores como ocurre en Venezuela o el gobierno por decreto como en Argentina lo que conlleva a una concentración del poder en líderes carismáticos que ya más que populistas son gobiernos cuasi autoritarios o que se acercan a la categoría del Autoritarismo Competitivo. (Levitsky y Way, 2004:159-176)

Así mismo en la mayoría de los gobiernos (excepto el gobierno de Morales en Bolivia) no vemos la intención de ampliación de la democracia a otras esferas ya que por ejemplo las reformas de flexibilización laboral no se han derogado lo que atenta con la democratización en los lugares de trabajo.

En definitiva, como bien advierte Reygadas, a la hora de evaluar las tendencias democráticas de los nuevos gobiernos de izquierda

el dilema estriba en si éstas formas de conducción política darán paso a una normalidad democrática, con instituciones y reglas claras, dotadas de contrapesos y mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, o se convertirán en regímenes autoritarios. Mientras que Bolivia parece seguir el primer camino, la evolución reciente de Venezuela y Ecuador parece ir en el sentido de un autoritarismo creciente que restringe los derechos democráticos. (2007:11)

Incluso hay autores que van más allá con la crítica acerca de la imposibilidad de construcción de un modelo democrático desde estos regímenes de izquierda fundamentalmente porque no se ha constituido un lazo entre las luchas y movimientos sociales y los partidos políticos para colocar estas luchas dentro de un marco institucional democrático (Touraine, 2006:46-55) Ejemplo de esta situación es la constante desvinculación de los movimientos sociales que en un principio apoyaron los gobiernos de la nueva izquierda en América Latina. Por ejemplo, el no apoyo de los zapatistas al candidato de izquierda en México, el apoyo inicial y posterior retiro del mismo del MST al gobierno de Lula, la división que se produce en el movimiento piquetero argentino en torno al gobierno kirchnerista, entre otros. Ahora bien, es destacable el papel importante que ha tenido el MAS en Bolivia para incorporar a los movimientos sociales al proceso democrático incluso en la representación de los mismos durante la reforma constitucional.

La lucha contra la desigualdad: ¿hay cambio en las políticas sociales?

Otro de los criterios para poder catalogar a un gobierno de izquierda es su compromiso con los intereses de las clases populares y por lo tanto su compromiso con la igualdad, es por este motivo que resulta interesante ver que están haciendo los gobiernos sudamericanos en materia de lucha contra la desigualdad y de políticas sociales igualitarias.

Aunque ha habido algunos avances en la lucha contra la desigualdad si uno analiza la política social de los gobiernos de izquierda no son muy diferentes de la de los antecesores neoliberales ya que, las mismas siguen dependiendo fundamentalmente de transferencias monetarias condicionadas a los sectores de menores ingresos. Este tipo de política social es proclive al clientelismo y asistencialismo y además no contribuye a aminorar otro tipo de desigualdades además de la de ingreso, como es la desigualdad de género o de acceso al conocimiento.

Son muy pocos los intentos que se han llevado a cabo en la región para ampliar los derechos económicos, sociales y culturales y poco se habla ya del universalismo de la política social. Un ejemplo interesante han sido las políticas de alfabetización y de salud implementadas en Venezuela y Bolivia siguiendo el modelo cubano así como la asignación por hijo implementada recientemente en Argentina.

Según Reygadas (2007) los principales problemas de la política social de los gobiernos del giro a la izquierda son: la dependencia de la ampliación de la política social del ingreso petrolero y de los precios de commodities, principales ingresos de los gobiernos de la región, su escasa apuesta por el universalismo lo que vuelve las políticas sociales de los gobiernos de izquierda proclives al asistencialismo y clientelismo. La focalización de las mismas en el combate a la pobreza y no en la lucha contra la desigualdad y la no extensión de la política social hacia el combate de desigualdades más allá de la desigualdad del ingreso, por ejemplo no se han pensado políticas de redistribución de tierras, incluso este ha sido uno de los cuestionamientos principales a la gestión de Morales por parte de los movimientos campesinos e indígenas que han acompañado el proyecto boliviano y que llevaron a Evo morales al poder. Reygadas (2007) va incluso más allá en este tema y destaca como un problema de la política social de la izquierda el no atacar nuevas formas de desigualdad que caracterizan a la economía de servicios y la sociedad del conocimiento (por ejemplo las desigualdades educativas, la desigualdad en el empleo, la brecha digital y el acceso diferencial a los recursos financieros).

Las relaciones con los EEUU y los centros de poder: el bolivarianismo y la integración latinoamerica

En cuanto al criterio del compromiso con un nacionalismo antiimperialista y la no injerencia de los EEUU en América Latina creemos que es el punto en el que hay más acuerdo en la región. Vemos que la mayoría de los países de América del Sur han abandonado las “relaciones carnales” como se definían en la Argentina de los 90 con los EEUU, y han intentado desarrollar una vía de integración a la economía mundial privilegiando el regionalismo abierto. Dándole énfasis a la UNASUR con la creación del Banco del Sur, el impulso a un mecanismo de integración basado en la solidaridad y no en los rendimientos económicos como es la ALBA y en los últimos meses dando forma a una iniciativa de integración latinoamericana que a diferencia de la OEA no tenga participación del gobierno de EEUU.

Incluso países que han sido más cercanos al gobierno norteamericano y que incluso han celebrado tratados de libre comercio como Chile han mantenido posiciones al menos distantes de este país por ejemplo al pronunciarse en contra de la invasión estadounidense a Irak en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Ahora bien, en el vocabulario clásico de la izquierda marxista, antiimperialismo significaba también oposición al capitalismo, ya que el imperialismo era la fase superior del capitalismo pero como bien lo refleja Arditi, citando a Claudio Lomnitz “los cambios en la posición de América Latina en la economía internacional han llevado hoy a concebir el “antiimperialismo menos como anti capitalismo que como una política de reconfiguración de bloques regionales” (Lomnitz, 2006 citado en Arditi, 2009:233). Como ya hemos mencionado ninguno de los gobiernos de izquierda en Sudamérica ha sido capaz de dejar de lado la economía de mercado capitalista.

Conclusión: la cumbre del gatopardismo

Afirma Castañeda que “los mejores ejemplos de la reconstrucción de la izquierda radical pueden encontrarse en Chile, Uruguay y haciendo un poquito de extensión, Brasil. Esta izquierda enfatiza la política social pero junto a un marco más o menos ortodoxo de mercado”. (Castañeda, 2006:35) Luego del análisis que hemos realizado nos preguntamos ¿es esto realmente un movimiento de izquierda o simplemente son partidos ubicados en el centro del espectro político con algún acercamiento hacia una ideología socialdemócrata al estilo europeo pero que no trascienden la política liberal?

Haciendo una relectura de los puntos desarrollados hasta aquí, en primer lugar, afirmamos que no es posible ser de izquierda y seguir comprometidos con la política de mercado intentando pura y exclusivamente hacer un poquito mejor la vida de los de abajo, de los jodidos de siempre.

Es imposible negar que el progresismo sudamericano (no me atrevo ya a llamarlos gobiernos de izquierda) es hijo del neoliberalismo y está marcado por la impronta del capital financiero y por el poder de las empresas multinacionales de las que no pueden prescindir y mucho menos “regular”, por lo tanto no se nota una reconfiguración de las fuerzas políticas en favor de las mayorías, la cúspide del poder la siguen compartiendo la élite política con los dueños del capital aunque ahora en manos de una incipiente burguesía nacional coligada con los dirigentes sindicales como ocurre en Argentina.

Hace pocos días al relatar la asunción del nuevo presidente uruguayo José “El Pepe” Mujica un periodista afirmaba que en realidad en estos momentos de crisis global del capitalismo nada mejor para lavarse la cara que impulsar gobiernos de aquellos que siempre lo han combatido. Aunque no queremos caer en reduccionismos ya que como se ha venido mostrando hay procesos de cambio social y político muy interesantes impulsados por estos gobiernos, creo que en alguna medida esta ola de gobiernos y discursos progresistas que no profundizan los cambios sociales no hacen más que ser funcionales a un sistema que siempre dejará desamparado al campo popular. En definitiva acordamos con Touraine que “desde hace veinte años, se habla en todas partes de la necesidad de dar prioridad a la lucha contra las desigualdades” sin embargo, “en términos generales, esa lucha no se ha producido o, en todo caso, no ha alcanzado sus objetivos. (Touraine, 2006:52-53)

En este sentido es que quiero concluir este trabajo dejando claro que sólo un compromiso con una política democrática radical y con trasformaciones sociales más profundas nos permitirá luchar contra la desigualdad, de lo contrario, como afirma Caparrós “estos intentos de maquillar la crueldad de un sistema con polvos de izquierdita no son más que una cumbre del gatopardismo”. (Caparrós, 2009)

Bibliografía

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