domingo, 12 de diciembre de 2010

DESARROLLISMO, NEODESARROLLISMO, EXTRACTIVISMO, PACHAMAMISMO Y BUEN VIVIR. ALGUNAS REFLEXIONES CRÍTICAS ACERCA DEL DESARROLLO EN AMÉRICA LATINA

Comparto con ustedes una parte del trabajo que presenté en el curso sobre los debates del desarrollo en América Latina acerca de la imposibilidad que los gobiernos seudo progresistas de América del Sur tienen a la hora de proponer sus "modelos" político-económicos, neodesarrollistas basados en el extractivismo, de incorporar las cuestiones ambientales y sociales que les reclaman muchos movimientos en sus países. Estos regímenes políticos basados en modos de producción de un capitalismo social compensado al no cuestionar las bases del modelo de producción están conduciéndose a una crisis climática, ambiental y social que imposibilita el desarrollo.

Introducción
Después de la crisis del año ’30 en América Latina comienza a debatirse acera de las posibilidades y estrategias de “desarrollo”. Se puso en cuestión el modelo de desarrollo hacia afuera con la propuesta del modelo de sustitución de importaciones en medio del tránsito de la sociedad tradicional cuya base era la hacienda hacia la sociedad moderna cuya base era la empresa.
Entenderemos siguiendo los lineamientos del curso Debates sobre el desarrollo en América Latina que un modelo de desarrollo articula tres elementos: una manera de acumulación de capital, una configuración de las relaciones de poder y dominación, es decir una configuración política particular y una forma de relación e interacción social, una forma de socialización.
En el presente trabajo además de dar cuenta de las diferentes posturas en el debate sobre el desarrollo en aquella época, proponemos analizar sí se recupera y cómo aquel debate, en el contexto actual marcado por la crisis del modelo neoliberal en el marco de un supuesto neodesarrollismo de los autodenominados gobiernos progresistas sudamericanos.

Como es sabido, el desarrollo como aspiración social reciente es sólo otra manifestación de la reiterada aspiración humana de lograr una vida mejor; aspiración que alcanza quizá su expresión más cabal en la idea iluminista de progreso. Probablemente, ninguna otra idea ha tenido una influencia mayor en la cultura occidental que ésta; dejando de lado el ideal de perfección moral que también abarca, el progreso afirma la posibilidad de mejorar las condiciones de vida –derrotando a los viejos flagelos del hambre, la enfermedad y la muerte prematura- mediante el uso apropiado y sistemático de la razón. (Gurrieri, 1981:1350)

El neodesarrollismo que se ha puesto en práctica en Sudamérica en los últimos tiempos, tiene características que lo diferencian del modelo desarrollista cepalino; la centralidad que recupera el sector primario exportador junto con un fortalecimiento del mercado interno y la centralidad de la estabilidad macroeconómica. Sin embargo, al igual que el modelo de la CEPAL, sigue apegado al ideal iluminista del progreso, del crecimiento económico y del productivismo sin tener en cuenta las consecuencias socio-ambientales que trae aparejado.
Haciendo foco en estos problemas concluimos el trabajo mostrando la insustentabilidad de dicho modelo y la crisis ecológica y climática que se avecina sino se incorporan a la discusión las cuestiones ambientales pensando en una alternativa al desarrollo que deje de lado el productivismo y el consumismo, plantee nuevas formas de paliar la petróleo-dependencia del modelo productivo y tenga en cuenta a las comunidades locales y sus formas tradicionales de producción y relación con el ambiente natural. Deberíamos empezar a discutir una alternativa al desarrollo “raizal”, sustentable en sentido fuerte y comunal. Algunos de estos modelos que son más que modelos de desarrollo, modos de vida se asemejan con las alternativas pachamamistas (representadas en la figura del canciller boliviano Choquehuanca) o las del “vivir bien” desarrolladas principalmente por los pueblos originarios amazónicos del Perú y Ecuador. Con la presentación de algunas de estas formas de superar el modelo desarrollista finalizamos el presente ensayo.
Neodesarrollismo y neoextractivismo: debate del desarrollo en la nueva izquierda sudamericana
En la década de los ’80 los países menos desarrollados sufrieron los efectos de la llamada “crisis de la deuda” lo cual agravó la crisis fiscal y financiera de los Estados, debilitó el crecimiento económico ampliándose el déficit de la balanza de pagos. “En la década del noventa el recetario neoliberal impuso la sumisión consentida al Nuevo Orden, representado por los preceptos contenidos en el llamado Consenso de Washington, con lo que dichos países abdicaron de su soberanía nacional en el diseño, ejecución y manejo de sus políticas económicas”. (Cano, 2007:396) Las reformas estructurales tuvieron como consecuencia en muchos países de América Latina el empeoramiento de las condiciones económicas y sociales. Por las recurrentes crisis económicas y financieras (mexicana, brasilera, argentina, ecuatoriana y boliviana entre otras) el agotamiento del modelo neoliberal empezó a hacerse manifiesto y como consecuencia, la cuestión del desarrollo reapareció en el escenario cada vez con más frecuencia.
En este escenario, el pensamiento cepalino recuperó un lugar como punto de referencia obligado en el debate sobre el modelo de desarrollo actual. Siguiendo a Rodríguez (2007:457-458) se afirma que desde la CEPAL se impulsa un conjunto interconectado de políticas tecnológicas, productivas e institucionales como base esencial de lo que se ha dado en llamar una “estrategia mixta” de desarrollo porque contempla la sustitución de importaciones y la expansión simultánea de las exportaciones. Una y otra han de diagramarse de modo de obviar el surgimiento de desequilibrios comerciales o de adecuar sus dimensiones según la disponibilidad de financiamiento externo de largo plazo. El fomento a las exportaciones y a la producción sustitutiva debe entenderse como temporal, hasta tanto las políticas que lo sostienen generen los efectos esperados sobre la competitividad. Asimismo, las políticas industriales han de jugar un papel clave en dichas estrategias. A lo que agrega que la cuestión del Estado adquiere especial relevancia. Atañe en forma directa al papel que éste ha de desempeñar en la conducción económica y, más en general, en el diseño y consecución de objetivos a la vez económicos y sociales. Este tema clave del papel del Estado se encuentra estrechamente ligado a otros dos: las relaciones sociopolíticas que le sirven de base de sustentación; y las relaciones geopolíticas en que se encuentra inmerso. (Rodríguez, 2007:464)
Como se puede observar en esta estrategia mixta de desarrollo sigue poniéndose énfasis en el aumento de la producción industrial pero a diferencia del modelo de los ’50 hay un énfasis marcado en el modelo exportador para sostener el desarrollo industrial. Algunos críticos de este modelo han señalado como consecuencia de la puesta en marcha del modelo una marcada reprimarización de las economías periféricas, un aumento del extractivismo transnacionalizado con consecuencias ambientales tangibles y un aumento de los conflictos en las comunidades afectadas.[1] Afirma Gudynas que

…a partir de una evaluación del reporte sobre la inserción internacional de América Latina y el Caribe, 2008-2009, se concluye que CEPAL persiste en entender los vínculos internacionales como esencialmente comerciales, no ofrece alternativas a la primarización exportadora, y vuelve a defender el regionalismo abierto, a pesar de la crisis global. La agenda ambiental es distorsionada, no se postulan reformas en cuestiones críticas como los flujos de capital, y no se ofrecen alternativas a la globalización contemporánea. Incluso se defiende un retroceso en la integración regional a la cooperación. Este reporte ejemplifica que el neoestructuralismo actual de la CEPAL no logra generar una visión crítica ni alternativas originales frente a la actual crisis. (2009b:1)

Con el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) se ha experimentado una demanda cada vez mayor de los países desarrollados de materias primas o de bienes de consumo.[2] Esto ha reafirmado una consolidación de una matriz productiva de corte extractivista basada en la sobre-explotación de recursos naturales y en la expansión de las fronteras hacia territorios antes considerados como “improductivos”, en dicha matriz productiva no solo entran los minerales e hidrocarburos sino también los monocultivos extensivos con semillas genéticamente modificadas (producción de soya y palma aceitera para agrocombustibles y plantaciones de eucaliptos para producción de pasta celulósica). Estos emprendimientos de corte extractivista-primario-exportador avanzan por toda la región provocando graves consecuencias ambientales (deforestación, desertificación, contaminación del suelo y el agua, y pérdida de biodiversidad) combinados con efectos sociales como el desplazamiento forzado de la población, enfermedades, mutaciones genéticas y muertes.
En América Latina al hacerse visible estos problemas cuestionamientos al uso y la dependencia de los gobiernos de los recursos naturales como fuente de los ingresos del presupuesto del Estado.
Como mencionamos anteriormente, la llegada de los gobiernos progresistas o de la nueva izquierda significó un recambio político comprometido con abandonar el reduccionismo de mercado y volcarse hacia otra estrategia de desarrollo.[3] Si bien en algunos frentes se han dado avances sustanciales como la política internacional y el abandono de las “relaciones carnales” con los Estados Unidos (enterramiento del ALCA en la cumbre de Mar del Plata en 2005 por ejemplo) y algunos enérgicos programas de ataque a la pobreza (el programa Juancito Pinto en Bolivia, el programa alimentario en Brasil, la reciente asignación universal por hijo en Argentina); como afirma Gudynas “en casi todos los países se han mantenido los énfasis en sectores como la minería e hidrocarburos, acentuándose un sendero extractivista que a su vez desencadena variados impactos sociales y ambientales. Se escuchan discursos con evocaciones verdes, pero la política ambiental es muy débil y se está convirtiendo en una de las principales áreas de disputa y controversia en el seno de la izquierda gobernante contemporánea”. (2010c:62)
Teniendo en cuenta estas afirmaciones se podría pensar que se ha vuelto al modelo agroexportador y de economías de enclave de finales del siglo XIX y principios del XX, sin embargo, el extractivismo actual se diferencia de aquel en un sentido muy particular y es en el mayor protagonismo estatal y en el reforzamiento de las capacidades reguladoras del Estado. La ola de privatizaciones se detuvo y en algunos casos se volvieron a nacionalizar empresas que tiempo atrás fueron vendidas. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, por un lado hay una mayor presencia estatal, en algunos casos se aumentaron los tributos y regalías, y se busca una mejor regulación. Pero por otro lado, las empresas extranjeras reaparecen bajo otros modos de asociación, la dependencia de los mercados globales se acentúa y en algunos casos el propio Estado apoya o subvenciona a diferentes emprendimientos.[4] Uno de los ejemplos más claros son los sucesivos apoyos del gobierno de Morales para explotar sus yacimientos de hierro. (Gudynas, 2010c:66)
La persistencia del extractivismo representa un cambio sustancial frente a otros enfoques del desarrollo de izquierda (antes presentamos las ideas dependentistas) que se alejaban de los sectores como la minería y las petroleras, no sólo por sus impactos locales, sino por representar economías de enclave que no generaban beneficios sustanciales. Esa dependencia en exportar materias primas era vista como un estado de atraso que debía ser superado. Sin embargo, los gobiernos progresistas en los hechos se han encaminado a un nuevo extractivismo. “Mientras que en el pasado se asociaba el extractivismo con condiciones de pobreza y marginación económica, ahora pasa a ser concebido como el motor del desarrollo y un aporte indispensable para financiar los programas de asistencia social”. (Gudynas, 2010c:67)
En este sentido, las poblaciones afectadas por los emprendimientos extractivos son puestas en un brete ya que estar en contra de dichos proyectos es estar en contra del desarrollo del país y por ende se condena a estas poblaciones por retrasar el desarrollo y obstaculizar el combate a la pobreza en la región. No es difícil escuchar declaraciones como la del presidente ecuatoriano Correa que dice que es imposible estar sentados sobre minas de oro y no utilizarlas, en referencia al petróleo y los minerales existentes en el Yasuní que hasta ahora no han podido ser explotados.
De esta manera se va consolidando un modelo de desarrollo que mantiene sus críticas a las reformas de mercado y contra los gobiernos de inspiración neoliberal, que refuerza el papel del Estado en la economía posibilitando la captación de una proporción mayor de la renta originada en los recursos naturales a través de la imposición de impuestos, retenciones y obligación de regalías mayores pero un análisis riguroso muestra que la estrategia de desarrollo sigue poniendo en el centro la idea de progreso y crecimiento económico por lo que poco se discute acerca de alguna posibilidad de ir más allá de estas formas de capitalismo socialmente compensadas.
No es de extrañar entonces que en Argentina no se haya modificado la legislación minera creada en la época menemista en la que el Estado se autoexcluyó de la posibilidad de explotar los recursos minerales, que le otorga a las empresas exenciones impositivas por 30 años y le pone un tope máximo a las regalías del 3% o que la presidenta electa de Brasil afirme que se va a construir la represa más grande de Sudamérica sobre el río Amazonas y que la estabilidad macroeconómica sea el objetivo primordial de estas administraciones.
Sin embargo, como el modelo de desarrollo neo-extractivista trae aparejadas tantas consecuencias socio-ambientales, por todo el continente comienza a emerger una cartografía de las resistencias sociales a dicho modelo que comienza a verse cuestionado. Esta situación nos plantea nuevos desafíos ¿cómo actuar frente a gobiernos que, a pesar de haber recibido legitimidad por procesos sociales y políticos emancipatorios siguen conectados con conglomerados empresariales nacionales y transnacionales, y siguen financiando con recursos públicos la instalación de la infraestructura productiva y la explotación de recursos naturales, causando así fuertes impactos sociales y ambientales negativos en el plano local?
Si bien entre las élites políticas y económicas este modelo no se cuestiona desde “la calle”, “el barrio”, “la comunidad” empiezan a discutirse nuevas formas de relacionarse con el desarrollo de las que surgen modos de vida y producción otros que muestran que es posible ir más allá del modelo de capitalismo socialmente compensado ideado en los gobiernos progresistas de Sudamérica.
Conclusión: ¿Desarrollo alternativo o una alternativa al desarrollo?
El modelo de desarrollo basado en el “neo-extractivismo progresista” continúa siendo parte de la ideología del desarrollo que se nutre de buena parte de las ideas de la modernidad y del progreso. Sin embargo, como afirma Gudynas “se ha adaptado a las condiciones propias y diversas de América del Sur. Intenta liberarse de la herencia neoliberal, pero sin llegar a conformar conjuntos de propuestas alternativas nítidas”. (2009a:222)
En este sentido es que pensamos que si bien hay aportes nuevos al ideal desarrollista de la CEPAL y del enfoque dependentista, el modelo actual es, al igual que estos, heredero de los principios progresistas y por tanto productivista y consumista de la modernidad permeado por la idea del dominio social y la mercantilización de la naturaleza. Por lo tanto no resulta extraño que ninguno de estos enfoques y modelos de desarrollo hayan puesto énfasis en un efecto fundamental de dicho proceso: la destrucción del sistema de recursos naturales y la degradación del potencial productivo de los ecosistemas que constituyen la base de la sustentabilidad de las fuerzas sociales en nuestros países.
Teniendo en cuenta este problema de la ideología progresista moderna podemos agregar a las explicaciones acerca de la dependencia de nuestros países la idea que el subdesarrollo no es tan solo un proceso generado a partir de una relación estructural de dependencia en el proceso de acumulación del capital a nivel mundial. Sino que es también “efecto de la pérdida del potencial productivo de una nación, debido a un proceso de explotación y expoliación que rompe los mecanismos ecológicos y culturales de los cuales depende la productividad sostenible de sus fuerzas productivas y la regeneración de sus recursos naturales”. (Leff, 1998:156)
El sistema económico se ha vuelto por tanto irracional provocando un manejo ecológico y energético ineficiente, con costos sociales y ambientales cada vez más altos. Esta irracionalidad e ineficiencia obstaculiza la posibilidad de generar la discusión, al menos, de alguna alternativa productiva más equilibrada, igualitaria y sostenible.
Para empezar a pensar en una alternativa al desarrollo es necesario comenzar por un cambio de actitud y abandonar el negacionismo ecológico. Ya que como afirma Gudynas (2010c:77) los problemas ambientales, la contaminación, la deforestación, la basura urbana, y tantos otros, son reales, graves, y afectan a mucha gente. Ya no es posible tolerar las posturas de izquierda que repiten los discursos de una década atrás minimizando u ocultando ese deterioro ambiental. Seguidamente se debe reconocer la existencia de límites ecológicos. No es posible continuar con la defensa de una producción expansiva y crecimiento económico perpetuo ya que no hay recursos para ello y el planeta no soportaría sus efectos.
Este debate en torno a generar alternativas al desarrollo está emergiendo en los países del Sur Global y ha sido retomado por varias corrientes de pensamiento. Para mostrar algunas de estas ideas y cuáles son los debates principales resumimos a continuación dos de las principales corrientes, por un lado “el buen vivir” que se puso de manifiesto en las discusiones de la constituyente ecuatoriana en 2008 y la alternativa “pachamamista” representada en la figura del canciller boliviano Choquehuanca.
La idea del pachamamismo es una alternativa que ha surgido principalmente de las corrientes quechuas y aimaras y está ligada a la cosmología andina. Sin embargo, “parece evidente que, en la actualidad, el debate más intenso sobre el “pachamamismo” gira alrededor de declaraciones y posiciones del presidente Evo Morales y su canciller, David Choquehuanca, sobre la Madre Tierra y la Pachamama, y cuenta con varios apoyos”. (Gudynas, 2010b:5)
Esta idea se ha ido plasmando en diversas declaraciones, siendo la más importante la declaración de los Derechos de la Madre Tierra que surgió como corolario de la cumbre de los pueblos en contra del cambio climático que tuvo lugar el año pasado en la ciudad de Cochabamba en Bolivia como respuesta y como una crítica al fracaso de las negociaciones en la cumbre de las Naciones Unidas de Copenhague donde los representantes de los gobiernos del mundo se habían convocado para discutir sobre las alternativas al cambio climático sin llegar a ningún acuerdo relevante sobre el tema.
La ideología pachamamista reconoce un giro de la centralidad del hombre como dominador de la naturaleza hacia un igualitarismo biocéntrico en el que los hombres somos parte de la naturaleza. En relación a los defensores biocéntricos hay muchas posturas desde quienes sostienen que los seres vivos son más importantes que los humanos, los que sostienen que existe igualdad entre ser humano y ecosistemas y quienes sostienen y reconocen los valores propios de la naturaleza y de todas las formas de vida, pero también aclaran que éstos no son iguales, y no es lo mismo una persona que una hormiga. A pesar de la diversidad de corrientes biocéntricas y pachamamistas, todas afirman el biocentrismo antes que el antropocentrismo lo que, a decir de Gudynas

…genera derechos que no se enfocan en individuos, sino en las “especies” o “ecosistemas”. Su preocupación es la sobrevida de las poblaciones y la integridad de los ecosistemas, con lo cual se permite el uso de los recursos naturales aunque bajo dos condiciones: por un lado, asegurando la persistencia de esas formas de vida, y por el otro, que ese aprovechamiento permita satisfacer la calidad de vida de las personas. Esta es una posición exigente desde la ética ambiental, pero que no rechaza los usos humanos del ambiente, sino que los condiciona a asegurar la conservación de los demás seres vivos. (2010b:5)

De esta manera, al reconocerse el valor propio de todos los seres vivos, los ecosistemas, el ambiente, la naturaleza y la madre tierra pasan a ser sujetos de derecho. En este sentido, posicionar el debate sobre estas cuestiones en un primer plano “tiene enorme valor al abrir las puertas a otras perspectivas que han estado marginadas y tiene enormes potenciales en fortalecer una mirada ambiental”. (Gudynas, 2010b:6)
Otro enfoque diferente pero que va en el mismo sentido que el pachamamismo es la idea del “vivir bien”, cuya fórmula más acabada fue la que estuvo a la base de las discusiones de la constituyente ecuatoriana y que quedó plasmada en la nueva constitución de Ecuador. Como ya dijimos, la visión pachamamista tiene un fuerte arraigo en la cosmología andina, en cambio el “vivir bien” proviene principalmente de las cosmologías amazónicas.
En la Asamblea Constituyente de Ecuador la discusión avanzó hacia propuestas que recogen elementos planteados dentro y aún fuera del país. Allí, desde la visión de los marginados se planteó el buen vivir o sumak kausay (en kichwa) como una oportunidad para construir otra sociedad a partir del reconocimiento de los valores culturales existentes en el país y en el mundo. Una concepción que, además, desnuda los errores y las limitaciones de las diversas teorías del llamado desarrollo. (Acosta, 2009:36)

Para entender lo que implica el buen vivir, que no puede ser simplistamente asociado al “bienestar occidental”, hay que empezar por recuperar la cosmovisión de los pueblos y nacionalidades indígenas (…) Eso, de plano, no significa negar la posibilidad para propiciar la modernización de la sociedad, particularmente con la incorporación en la lógica del buen vivir de muchos y valiosos avances tecnológicos de la humanidad. Es más, una de las tareas fundamentales recae en el diálogo permanente y constructivo de saberes y conocimientos ancestrales con lo más avanzado del pensamiento universal, en un proceso de continuada descolonización del pensamiento. (Acosta, 2009:36)

En las sociedades indígenas se ha propuesto que en la idea del buen vivir no existe algún concepto tal como desarrollo entendido como un proceso lineal que establece un estado anterior (subdesarrollo) en tránsito hacia un estado posterior (desarrollo). “No existe, como en la visión occidental, esta dicotomía que explica y diferencia gran parte de los procesos en marcha. Para los pueblos indígenas tampoco hay la concepción tradicional de pobreza asociada a la carencia de bienes materiales o de riqueza vinculada a su abundancia”. (Acosta, 2009:37)
En la propuesta del buen vivir entonces los bienes materiales no son los únicos determinantes de que se viva bien ya que entran en juego otros valores como el conocimiento local, el reconocimiento social y cultural, la ética ambiental y conductas particulares en la relación con la sociedad y la naturaleza. De manera que “cuestionan la idea tradicional del progreso material acumulativo e indefinido, y para superarlo proponen nuevas formas de organización de la vida misma. La búsqueda de estas nuevas formas de vida implica revitalizar la discusión política, ofuscada por la visión economicista sobre los fines y los medios”. (Acosta, 2009:38)
El buen vivir se presenta entonces como una oportunidad para construir colectivamente una nueva forma de vida más que un modelo nuevo de desarrollo. Siguiendo a Acosta podemos decir que

…el buen vivir, en definitiva, tiene que ver con otra forma de vida, con una serie de derechos y garantías sociales, económicas y ambientales. También está plasmado en los principios orientadores del régimen económico, que se caracterizan por promover una relación armoniosa entre los seres humanos individual y colectivamente, así como con la naturaleza. En esencia busca construir una economía solidaria, al tiempo que se recuperan varias soberanías como concepto central de la vida política del país. (Acosta, 2009:40)

Más allá de estos ejemplos de alternativas al desarrollo quisiéramos concluir el ensayo diciendo que es necesario pensar al desarrollo como un concepto histórico y localizado (moderno y occidental) y que por tanto no debe ser naturalizado, más bien debe ser interpretado críticamente evitando la naturalización del concepto anclado a la racionalidad económica productivista y asociado únicamente a la idea de crecimiento económico y acumulación de capital. Esta idea nos permitirá poner en debate diferentes concepciones de desarrollo, no sólo de los detentadores del poder mundial, sino también de las comunidades, de los movimientos sociales, de otros actores no gubernamentales que disputan en el espacio simbólico la posibilidad de inscripción de las mismas en la agenda pública. En consecuencia, se convierte en un imperativo para los académicos críticos en conjunto con los movimientos sociales comenzar a pensar en esta alternativa no capitalista como sistema de producción que tenga en cuenta la racionalidad ambiental, respete las diferentes formas de vida y producción de los pueblos originarios de los lugares y tienda a la consecución del objetivo del “vivir bien”.

Bibliografía

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[1] “En todos los países bajo gobiernos progresistas se ha mantenido, e incluso reforzado, los sectores extractivos, que incluyen la minería, gas y petróleo, y los monocultivos de gran cobertura orientados a la exportación. Su participación en las economías nacionales es muy alta; por ejemplo, los hidrocarburos casi representan el 90% de las exportaciones totales en Venezuela, y los minerales más del 60% en el caso chileno. Estos emprendimientos generan los más diversos impactos sociales y ambientales, que van desde desplazamientos poblacionales, afectaciones a la salud, hasta la deforestación o contaminación del agua. A su vez, esos efectos generan distintas protestas sociales, desde reclamos judiciales a bloqueos de rutas o paros cívicos”. (Gudynas, 2010c:63)

[2] “La megaminería a cielo abierto, la privatización de tierras, la construcción de grandes represas, el boom de los agro-negocios basados en los transgénicos y la siembra directa, los proyectos de infraestructura previstos por el IIRSA y los llamados biocombustibles, ilustran a cabalidad esta nueva división territorial y global del trabajo entre el Norte y el Sur en el contexto del capitalismo actual, que repercute en una “desigual distribución de los conflictos ecológicos” (Martínez Alier: 2004) y territoriales. (Svampa y Sola Álvarez, 2010:108)

[3] “Así como ya se habla de un "financiamiento de izquierda", analistas atentos a la dinámica económico-política en la región postulan que hay elementos suficientes para afirmar que existe un modelo de "nuevo extractivismo progresista" para el crecimiento económico, que perpetúa un modelo de desarrollo basado en la apropiación de la naturaleza, y alimenta una red productiva poco diversificada y concentrada en unos cuantos grupos empresariales. Ese tipo de economía es muy dependiente de la capacidad de inserción de esos países (es decir, de sus empresas) como proveedores de materias primas, a nivel internacional”. (Verdum, 2010)

[4] “El Estado asume un papel más activo, nacionalizando empresas (como en Bolivia y Venezuela, por ejemplo) y/o estableciendo sociedades público-privadas con características que varían de acuerdo con la situación o el país (como en Brasil). Hay una extrema imbricación entre los gobiernos, en sus distintos niveles, y las empresas transnacionales y/o empresas privadas controladas por las élites nacionales. En algunos casos, los gobiernos aportan un gran apoyo financiero o incentivos económicos muy atractivos, cómo la exención de impuestos, facilitando la instalación, modernización y expansión de empresas y conglomerados empresariales en los países”. (Verdum, 2010)

martes, 4 de mayo de 2010

El engaño de los agrocombustibles, hambre para el mundo pan para los coches

A la hora de pensar en un tema económico relevante en la coyuntura actual de América Latina se pueden enumerar muchísimos, en este caso debido al último informe de la FAO que nos dice que el número de personas por debajo de la línea de pobreza ha aumentado y que más de 1000 millones de personas sufren hambre en el mundo nos preguntamos qué ha ocurrido para que el principal objetivo del milenio, reducir la pobreza, no se haya cumplido.
Obviamente podremos encontrar múltiples respuestas a este cuestionamiento pero en este ensayo me gustaría responder relacionando el tema del hambre en el mundo con el problema del modelo de desarrollo que se ha instalado en América Latina en la última década basado en un modelo económico-productivo centrado en las industrias extractivas y agro-exportadoras y a partir de aquí presentar un debate que se está dando actualmente y que tiene que ver con destinar parte de la capacidad productiva agropecuaria de los países al cultivo de los mal llamados biocombustibles, a los que en este ensayo denominaremos agrocombustibles, en línea con la opinión de la Vía Campesina:
No podemos llamarlo ‘programa de biocombustibles’ ni, evidentemente, ‘programa de biodiésel’. Estos términos emplean el prefijo ‘bio’ para dar a entender que la energía en cuestión procede de la ‘vida’ en general. Eso es algo ilegítimo y manipulador. Debemos encontrar un término para cada idioma que describa la situación de forma más exacta, un término como ‘agrocombustible’. Este término se refiere específicamente a aquella energía creada a partir de plantas cultivadas mediante la actividad agrícola. (Vía Campesina citado en Biofuelwatch et al, 2007:4)
Un modelo extractivo-agro-exportador
En la actualidad el modelo de producción capitalista se nos presenta como la generalización de un modelo extractivo-exportador que apunta a consolidar y ampliar aún más las brechas sociales entre los países del norte y del sur, basado en la extracción de recursos no renovables (petróleo y minerales), la extensión del monocultivo (para la producción de agrocombustibles), la contaminación y la pérdida de biodiversidad.
La mega minería, la construcción de mega represas, los proyectos previstos por el IIRSA y prontamente los agrocombustibles (etanol) ilustran a cabalidad esta nueva división territorial y global del trabajo en el contexto del capitalismo actual. (Svampa, 2009:38)
Siguiendo a Svampa y Antonelli (2009) podemos decir que el paradigma extractivista cuenta con una larga y negra historia en América Latina, marcada por la constitución de enclaves coloniales, altamente destructivos de las economías locales y directamente relacionado con la esclavización y empobrecimiento de las poblaciones. Ahora bien, pese a que la explotación y exportación de bienes naturales no son actividades nuevas en nuestra región, resulta claro que en los últimos años del siglo XX, y en un contexto de cambio del modelo de acumulación, se ha venido intensificando la expansión de proyectos tendientes al control, extracción y exportación de bienes naturales a gran escala . Esto porque durante los ´90, la mayor parte de los países latinoamericanos, llevó a cabo una profunda reforma del marco regulatorio, para conceder amplios beneficios a las grandes empresas transnacionales, que ya venían operando a escala global. Dicha reforma fue respaldada por diferentes organismos internacionales (Banco Mundial, BID, entre otros), a fin de facilitar, promover y garantizar el auge regional de este tipo de producción.
Este modelo de producción necesitaba un constante aumento de la productividad provocando un aumento del consumo de energía pese a sus consecuencias. Pero como todos sabemos, el petróleo es finito y está próximo al agotamiento pese a que su demanda continúa creciendo. Esto ha motivado la investigación de nuevas formas de energía denominadas “sostenibles” (energía extraída del sol, del mar, del viento, el hidrógeno) pero está comprobado que éstas no tienen capacidad para mantener el nivel de consumo actual. Por eso el capitalismo se reinventa planteando nuevas soluciones “sostenibles” desde dentro de su lógica de producción y consumo y propone el uso de agrocombustibles, los cuales se vuelven más rentables a medida que aumenta el precio del petróleo. (Del Potro, 2008)
Es de vital importancia preguntarnos entonces por este tema, con el objetivo de responder a los siguientes interrogantes: ¿qué modelo de desarrollo económico queremos para nuestra región? ¿basado en qué tipo de producción? ¿debe destinarse la producción agropecuaria a producir cultivos para generar energía o bien para producir más alimento?
¿Por qué producir agrocombustibles?
En primer lugar, aclaremos lo que se entiende por agrocombustibles: son combustibles líquidos que se extraen a partir de la producción de materias primas vegetales. Entre estos, los dos principales son el etanol, que es un alcohol producido a partir de caña de azúcar, maíz, trigo, arroz o remolacha, entre otros productos agrícolas y alimenticios y el agrodiesel, también llamado biodiesel que es la producción de aceite extraída de la soja, la colza o la palma africana.
Sin embargo, como afirman algunos pensadores que están estudiando el tema, la producción de este tipo de combustibles trae algunas consecuencias negativas ya que requiere de: a) monocultivos a gran escala, en tierras robadas a los bosques y a los campesinos de los países empobrecidos para su sustento; b) semillas transgénicas, alto empleo de agua, fertilizantes y plaguicidas químicos; c) condiciones de trabajo brutales en las plantaciones de caña de azúcar; d) su procesado en plantas industriales emplazadas principalmente en los puertos europeos o norteamericanos. (Del Potro, 2008)
Además, aunque se ha presentado este tipo de modelo productivo como la panacea del desarrollo para los países del sur, en realidad el beneficio económico del mismo, al menos en Sudamérica está controlado por un número reducido de empresas, por lo que resulta difícil pensar que estas ganancias llegarán algún día a las masas de población. A decir de Carrere,
El comercio y la molienda de soja en los cuatro países sojeros de América del Sur (Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia) son dominados por un reducido número de grandes compañías internacionales que manejan el comercio exterior de productos básicos: Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, Cargill (las tres con base en los EE.UU. y con el control del 80% de la industria de molienda de soja en Europa), y Louis Dreyfus, de Francia. Aunque estas compañías habitualmente no invierten en el cultivo de soja como tal, su influencia en la expansión del sector es muy importante. Los plantadores de soja a veces dependen de estas compañías de comercio exterior para obtener semillas, créditos y otros insumos. (Carrere, 2006:22)
Contrariamente, en defensa del modelo agrícola basado en la plantación de cultivos para agrocombustibles se ha destacado que este tipo de energía es una energía limpia y que por lo tanto se estaría contribuyendo a combatir el cambio climático, dando trabajo a los campesinos, aumento de las inversiones en investigación y desarrollo destinada a mejorar este tipo de cultivos, fomento de la agroindustria, así como también la conversión de tierras que hoy se encuentran sin explotar o subexplotadas en tierras intensamente productivas, entre otros beneficios.
Al respecto Honty y Gudynas sostienen que
algunos analistas minimizan los impactos ambientales de la expansión de los agrocombustibles sosteniendo que éste se dará sobre tierras que ya están bajo uso agrícola o ganadero. Agregan que existen suficientes tierras mal “explotadas” o mal “aprovechadas” y que si son utilizadas se podrán evitar los impactos en zonas ambientalmente comprometidas como la Amazonia o el Cerrado en Brasil. (Honty y Gudynas, 2007:16)
Agrocombustibles como motor del desarrollo ¿un mito?
Ahora bien, si investigamos un poco más a fondo la cuestión podemos ver que no todo es color de rosa o “verde” en la producción agrícola para agrocombustibles.
1. ¿Los agrocombustibles mitigan el cambio climático?
Al contrario de lo que afirman sus promotores, como Estados Unidos y la Unión Europea, podemos afirmar que esta nueva ola de monocultivos industriales no mitigará ninguno de los problemas existentes y creará nuevos. (Ribeiro, 2007)
Como bien se afirma en el informe de Biofuelwatch et al (2007:8)
la producción de agrocombustibles requiere grandes insumos de combustibles fósiles –en producción de fertilizantes, refinerías y maquinaria agrícola, en transporte–, algo que no se suele tener en cuenta al calcular el posible ahorro de emisiones. Hay importantes indicios de que el ahorro de emisiones que se consiga reduciendo la quema de combustibles fósiles queda anulado por las emisiones, mucho mayores, de la deforestación, el agotamiento y la quema de turberas, los cambios en los usos del suelo, la pérdida de carbono del suelo y las emisiones de óxido nitroso.
Agregando que
La destrucción de turberas es especialmente rápida y extensiva en el sudeste asiático, donde sólo Indonesia cuenta con el 60 por ciento de las turberas tropicales del planeta. Los científicos pronostican que casi todas las turberas desaparecerán en las próximas décadas, principalmente para convertirse en plantaciones, lo cual añadirá 40.000 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera.
La expansión de los cultivos de palma aceitera para fabricar agrocombustibles acelerará, sin duda, este proceso. (Biofuelwatch et al, 2007:9)
A esto habría que agregarle los efectos de la deforestación y del riesgo para el ambiente y los ecosistemas que genera orientar la producción a un modelo de monocultivo. Teniendo presente estos riesgos ya no queda tan claro que la producción de agrocombustibles contribuya a minimizar el riesgo del cambio climático y el calentamiento global.
2. Agrocombustibles y biodiversidad
La extensión de la agricultura intensiva y el método de siembra directa provocan deforestación y desertificación de los suelos lo que produce un deterioro cada vez más significativo de la biodiversidad de la región.
Varios ejemplos de Brasil ilustran la destrucción de la vegetación original del Cerrado. En el estado de São Paulo, por ejemplo, en las regiones de Franca, Araquara, Ribeirão Preto y São Carlos, las estadísticas demuestran que se ha destruido el 85 por ciento de la vegetación original, en gran medida debido a la expansión de las plantaciones de caña de azúcar y soja. El Cerrado es la sabana con más diversidad del planeta y es el hábitat natural de unas 10.000 especies de plantas. Ya se ha destruido más del 90 por ciento de la Mata Atlántica original. La zona que aún sobrevive alberga más de 20.000 especies vegetales (el 40 por ciento de las cuales son endémicas), 55 especies endémicas de aves, 21 especies endémicas de mamíferos y 14 especies endémicas de anfibios, todas ellas amenazadas con la extinción. (Biofuelwatch et al, 2007:20)
En el mismo informe se agrega que
Un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas, publicado en 2005 por la NASA, señalaba que el Pantanal, que ocupa parte del territorio de Brasil, Bolivia y Paraguay, se encuentra sometido a una enorme presión por la agricultura, que incluiría plantaciones de caña de azúcar y soja. El Pantanal es la mayor extensión húmeda del planeta y tiene una gran biodiversidad, pues allí viven al menos 650 especies de aves, más de 190 especies de mamíferos, 50 especies de reptiles, más de 1.100 especies de mariposas y 270 especies de peces. En la zona hiberna también un gran número de aves migratorias que en verano se desplazan a Norteamérica.
En febrero de 2007, Global Nature Fund y Ecotropia advirtieron que las licencias para construir nuevas destilerías de etanol en la cuenca del Pantanal conducirán a la destrucción de zonas de la sabana con una gran biodiversidad para dar paso a plantaciones de caña de azúcar, y provocarán una mayor deforestación, erosión del suelo y contaminación de las aguas. Advierten también que el Pantanal está amenazado por la conversión de las tierras altas del Cerrado en zonas de cultivo de soja y caña de azúcar, lo cual genera erosión del suelo, contaminación del agua y un trastorno del ciclo hidrológico del que dependen las tierras bajas del Pantanal. (Biofuelwatch et al, 2007:20)
3. Agrocombustibles y Derechos Humanos
Es importante destacar también, que la mayoría de estos cultivos son organismos genéticamente modificados ya que es necesaria la intervención genética para que produzcan el alcohol o el líquido necesario en menor tiempo y con menores costos de producción, el debate sobre los transgénicos es muy amplio y no lo desarrollaremos aquí pero sí se quiere destacar que este tipo de producción violenta el derecho fundamental a la alimentación, la soberanía y seguridad alimentaria de nuestra región.
En el mundo entero es alarmante la cantidad de hectáreas de producción de alimentos que están siendo sustituidas por la producción de granos que sirven para agrocombustibles lo que conlleva un aumento de los precios de los alimentos provocando que la crisis alimentaria sea cada vez mayor.
Además, en las zonas aledañas a este tipo de producción la utilización de agrotóxicos, plaguicidas y fertilizantes está perjudicando la salud de las comunidades, así como contaminando el agua y el aire de estas regiones. Por lo que no sólo se está violentando el derecho a la alimentación sino también el derecho a la salud y el derecho a un medio ambiente sano.
4. Agrocombustibles, empleo y desarrollo rural
Por lo general se ha argumentado que los agrocombustibles pueden favorecer el empleo en el campo y ser una herramienta para el desarrollo rural. Sin embargo, la producción de agrocombustibles en forma de monocultivos controlados por la industria agropecuaria está provocando que comunidades enteras se vean expulsadas de sus tierras, con frecuencia por la fuerza, para acabar viviendo en barrios marginales urbanos. Y los que se quedan en sus tierras como mencionamos más arriba sufren el riesgo de enfermarse producto de las sustancias tóxicas generadas por los plaguicidas y fertilizantes.
La actividad agroindustrial, en su habitual modelo de monocultivo a gran escala, con utilización obligada de productos agroquímicos (plaguicidas, fertilizantes, etc.) y condiciones precarias de empleo, no mejora las condiciones de vida de los campesinos, ni constituye una opción sustentable para sacarlos de la pobreza. ¿Cómo podría serlo si arrasa con sus recursos y conocimientos tradicionales, si destruye la base de los mismos (su medio ambiente) y los despoja de su soberanía alimentaria, de su futuro? (Boletín del WRM, nº 59, junio 2002 citado en Carrere, 2006:56).
Ante estos cuestionamientos viene entonces la pregunta ¿a quién beneficiaría realmente la producción y el uso de agrocombustibles? En mi opinión a los mismos de siempre, hemos podido ver a lo largo del ensayo que el negocio de los agrocombustibles está bajo el control de las multinacionales energéticas, químicas y petroleras, las transnacionales de la biotecnología y las multinacionales del automóvil. Todo esto se ha ido gestando desde las reformas estructurales de los noventa ante la imposibilidad de los países desarrollados de generar algún sustituto al petróleo.
Siguiendo a Del Potro (2008) podemos afirmar que las transnacionales que controlan el monopolio de la distribución de cereales y el sector de semillas y agrotóxicos, son las productoras de transgénicos cuyo interés principal es controlar las semillas que se emplean en los monocultivos. Por ejemplo, Monsanto controla el 90% de las semillas transgénicas que se plantan en el mundo.
Conclusión: ¿hambre en el mundo y pan para los coches?
Por esta razón es que a mi modo de ver no puede solucionarse el problema del hambre, los pobres están fuera, al margen del ciclo de circulación del capital porque ya ni siquiera su trabajo es necesario para la producción, por cada 100 hectáreas se registra un puesto de trabajo en las plantaciones de eucalipto, dos en las de soja y diez en las de caña de azúcar, a ninguno de los grandes capitalistas les interesa la situación de estas mil millones de almas, es más importante seguir reproduciendo las formas de acumulación del capital.
Como ha quedado demostrado, el avance de la frontera agrícola para agrocombustibles es un atentado contra la soberanía alimentaria, ya que la tierra para la producción agrícola se está dedicando en forma creciente para alimentar los autos de las personas del Norte. Un dato más para tener en cuenta: la cantidad de cereales que se necesita para llenar un tanque con etanol alcanza para alimentar a una persona durante un año.
Este proceso y esta reordenación territorial y productiva, lógicamente aumenta el precio de los alimentos generando más pobreza ya que la gente cada vez necesita más dinero para subsistir. Sumado a esto, la expulsión de los campesinos de sus comunidades que ya no producen lo que consumen sino que tienen que comprarlo. Y a nivel agregado, los países productores de alimentos ahora deben importarlo. Ejemplos: Argentina con la leche y el trigo, México el maíz, entre otros.
Al respecto Honty y Gudynas advierten
Uno de los puntos más discutidos es un posible conflicto entre los cultivos destinados a alimentos y los que se usarán para combustibles. Algunos analistas, varios políticos y muchas empresas han desestimado este hecho, señalando que América Latina cuenta con una disponibilidad de tierras para uso agrícola tan alta, que puede producir tanto alimentos como agrocombustibles. Esta postura minimiza un problema que es real, y que además ignora que conflictos de similares características ya ocurren en la actualidad.
(…) Incluso en naciones de grandes potencialidades, como Argentina, existen distorsiones en el mercado interno de alimentos (por ejemplo, la sojización extrema ha desplazado la ganadería lechera y este país enfrenta restricciones en la disponibilidad de productos lácteos ( Lapitz, 2004). (Honty y Gudynas, 2007:16)
Entonces si estamos comprometidos con la lucha contra la pobreza, el hambre y la desnutrición es importante replantear el modelo de desarrollo productivo de la región poniendo el foco en las necesidades de la población y no en la rentabilidad de las grandes transnacionales.
Algunos gobiernos de la región ya han comenzado a replantearse la idea de desarrollo dominante, será necesario avanzar en la discusión, creación y puesta en práctica de programas que tengan en cuenta un concepto de desarrollo amplio, multidimensional, ecológicamente sustentable y respetuoso de las culturas y costumbres de nuestros pueblos.
En el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010 presentado por el presidente de Ecuador puede leerse la siguiente definición de desarrollo, entendemos el desarrollo como: “la consecución del buen vivir en armonía con la naturaleza y la prolongación indefinida de las culturas humanas”.
Partiendo de concepciones del desarrollo como éstas es que estaremos en mejores condiciones de combatir las miserias que nos acosan, liberándonos de las imposiciones y recetas condicionadas desde el Norte.
Para finalizar dejamos una reflexión de F. Houtart ,
La agroenergía no es un mal en sí y puede aportar soluciones interesantes a nivel local, a condición de respetar la biodiversidad, la calidad de los suelos y del agua, la soberanía alimentaria y la agricultura campesina, es decir, lo contrario de la lógica del capital. En Ecuador, el presidente Correa ha tenido el coraje de detener la explotación del petróleo de la reserva natural del Yasuni. Esperemos que los gobiernos progresistas de América Latina, de África y Asia tengan la misma firmeza. Resistir en el Norte como en el Sur a la presión de los poderes económicos es un problema político y ético. Por lo tanto, denunciar el escándalo de los agrocarburantes en el Sur se constituye en un deber. (Houtart, 2009)
Bibliografía
Biofuelwatch et al (2007) Agrocombustibles - Una revisión crítica de nueve puntos clave. Disponible en http://www.tni.org/agrofuels/agrocombustibles9puntos.pdf [página web consultada el 19/09/09]
Carrere, Ricardo (coord.) (2006) PALMA ACEITERA. De la cosmética al biodiesel. La colonización continúa. Publicado por Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales. Disponible en http://www.wrm.org.uy/plantaciones/material/PalmaAceitera2.pdf [página web consultada el 19/09/09]
Del Potro, Noelia (2008) “Agrocombustibles: energías para mantener vivo el capitalismo disponible en http://www.nodo50.org/lagarbancitaecologica/garbancita/index.php?option=com_ content&view=article&id=166:agrocombustibles&catid=62:lucha-contra-el-hambre-la-fao-isolucion-o-problema-en-defensa-de-la-seguridad-y-la-soberania-alimentaria&Itemid=78 [página web consultada el 19/09/09]
Honty, Gerardo y Gudynas, Eduardo (2007) Agrocombustibles y desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe. Situación, desafíos y opciones de acción. Observatorio del Desarrollo. CLAES. Disponible en http://agrocombustibles.org/conceptos/. [Página web consultada el 19/09/09]
Houtart, François (2009) “El escándalo de los agrocarburantes en los países del Sur” en periódico La Jornada 20 de Septiembre de 2009. Disponible en www.jornadaunam.mx [página web consultada el 20/09/09]
Ribeiro, Silvia (2007) “Agrocombustibles versus Soberanía Alimentaria” en periódico La Jornada sábado 17 de Marzo de 2007 disponible en http://www.jornada.unam.mx/2007/03/17/index.php?section=opinion&article=024a1eco [página web consultada el 19/09/09]
Svampa, Maristella (2009) “La disputa por el desarrollo: conflictos socio-ambientales, territorios y lenguajes de valoración” en De Echave, José, Palacios Panés, Mario y Hoetmer, Rafael (coords.) Minería y territorio en el perú: conflictos, resistencias y propuestas en tiempos de globalización. Programa Democracia y Transformación Global, CONACAMI, COOPERACCION y Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. Perú.
Svampa, Maristella y Antonelli, Mirta (eds.) (2009) Minería Transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales. Editor

sábado, 1 de mayo de 2010

Vamos a reactivar el blog...

Voy a subir este texto que me gustó muchisimo porque no escribi lo que al profesor o a la gente le gustaría leer sino lo que pienso acerca del fenómeno del supuesto giro a la izquierda en sudamérica, espero que lo lean y obviamente las sugerencias, comentarios y discusiones son más que bienvenidas!!!
Saludos a todos desde méxico y más revolucionaria que nunca!!!


El giro a la izquierda en Sudamérica:

¿Verdadera lucha contra la desigualdad o la cumbre del gatopardismo?

Estoy de acuerdo con Calderón que “América Latina vive un momento de crisis, inflexión y cambio político, en el cual las relaciones entre institucionalidad y equidad son fundamentales para la gobernabilidad democrática futura”. (2008:121) Sin embargo, es necesario analizar más a fondo el proceso político generado con el agotamiento y la crisis del modelo neoliberal en la región.

En el presente trabajo, partimos del supuesto que las políticas neoliberales han fracasado, los resultados del fracaso son visibles en cada uno de los países que siguieron las directrices del consenso de Washington; la pobreza ha crecido, el empleo ha disminuido, y la región continúa con los índices de desigualdad más altos del mundo.

En este escenario, la población ha decidido mayoritariamente darle su apoyo a partidos y movimientos políticos que al menos discursivamente se presentan dentro del espectro ideológico de la izquierda o del progresismo.

Ahora bien, como no se puede dar por sentado esta idea así nomás en el ensayo intentaré analizar algunas de las dimensiones que en mi opinión caracterizan a la izquierda para poder, al menos, tener una idea clara sobre si los gobiernos que se dicen progresistas en América del Sur realmente están produciendo un cambio socio político profundo con su gestión o si simplemente es pura retórica para maquillar su funcionalidad al sistema capitalista en estos momentos de crisis.

No queremos entrar al debate acerca del reformismo o la radicalidad de cada uno de los gobiernos o los presidentes porque esto nos lleva a un callejón sin salida en las clasificaciones maniqueas entre izquierdas buenas y malas. Para superar estas discusiones hay que considerar las diferentes dimensiones que nos llevan a catalogar un movimiento político y social como de izquierda analizando los procesos sociales y políticos más allá de los liderazgos que los conducen. A partir del análisis de estas dimensiones nos interesa remarcar si los mismos pueden ser catalogados como gobiernos de izquierda que privilegian al campo popular o si simplemente se dicen llamar de izquierda pero sus principales políticas están beneficiando a las élites dominantes de siempre.

¿Qué es la izquierda? intentos de una definición

Para comenzar me pregunto cuáles son los rasgos que definirían a un régimen político particular como de izquierda. La categoría izquierda no es un término unívoco ni inmutable, por esta razón, resulta dificultoso plantear una definición. Haciendo estas salvedades y con la finalidad de poder continuar con el análisis definiremos a un movimiento político como de izquierda si al menos tiene en cuenta los siguientes puntos (Broesner, 2005:101-102): 1. Identificación con las clases trabajadoras y populares y procuración de representación de sus intereses en una lucha contra los grupos dominantes. 2. Compromiso con la democracia liberal como creadora de los valores de solidaridad, igualdad y libertad. 3. Propuesta de ampliar la democracia del ámbito meramente político y formal al de las relaciones económicas, sociales y culturales, para que sean regidas por los intereses históricos de las mayorías. 4. El internacionalismo y la solidaridad entre pueblos en la lucha por su emancipación nacional y social, creencia en la igualdad y hermandad de etnias y culturas y en la posibilidad de una futura democracia universal. 5. Compromiso con el nacionalismo antiimperialista. 6. Lucha contra el autoritarismo.

Para analizar si es posible incluir a los gobiernos sudamericanos que han sido catalogados como de izquierda a partir de estos criterios, analizaremos en un primer momento el contexto de surgimiento de los mismos y su política económica, en segundo lugar su compromiso con la democracia, en tercer lugar intentaremos mostrar la identificación con los intereses de las clases populares a partir del análisis de la política social de estos gobiernos y por último indagaremos acerca de la dimensión internacional de estos gobiernos para dar cuenta del antiimperialismo así como de la forma de inserción a la economía mundial.

El “giro a la izquierda en Sudamérica: ¿fin del neoliberalismo?

Parece ser evidente que el cambio en el perfil ideológico de los gobiernos en América Latina tiene que ver, como bien advierte Castañeda (2006:30), con que las reformas económicas, sociales y políticas implementadas desde los ’80 no han cumplido sus promesas. Aunque coincidimos en este diagnóstico no estamos de acuerdo con el autor en el hecho de que haya que presentar a los movimientos de izquierda de manera polarizada y maniquea entre los buenos y los malos, además como mostraremos en este ensayo quizá haya poco de izquierda en aquellos gobiernos que serían catalogados por Castañeda de izquierda moderna.

Las políticas y las reformas estructurales aplicadas en los 80 y 90 no dieron los resultados esperados, como nos deja ver Paramio

a partir de 1998, bajo el impacto de dos choques externos –la crisis asiática y la bancarrota rusa– el dinamismo que había caracterizado a las economías de América Latina en los primeros años de la década del 90 –con la excepción de las consecuencias del «efecto tequila» en México, Argentina y Uruguay en 1995– dio paso a un cierto estancamiento. Aunque en 2000 la región alcanzó 3,8% de crecimiento y recuperó el resultado de 1996, la tónica general en el cambio de siglo fue la de un «lustro perdido», en expresión del entonces secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), José Antonio Ocampo. (2006:63)

A raíz de esto se hizo necesario en la región un cambio de rumbo, así fue percibido por la mayoría de la población que ya sea por medio de movilizaciones masivas y conflictos sociales importantes o por medio de elecciones y de transiciones más ordenadas dieron su apoyo a partidos políticos que proponían un cambio político con respecto al neoliberalismo.

Sin embargo, en términos de política económica es poco el cambio que podemos ver en la mayoría de los gobiernos del giro a la izquierda. Salvo por el incipiente cambio en cuanto a la nacionalización de recursos naturales y al impulso de la economía social en Bolivia los demás países de la región no se han alejado demasiado de la ortodoxia económica de sus antecesores.

En todos los países de la región la economía de mercado es la regla, eso sí distanciándose del neoliberlismo ya que ahora el Estado regresa como actor principal en la regulación de las fallas del mercado. Podemos decir que estos gobiernos y movimientos políticos han abandonado la revolución a favor de la regulación. Un ejemplo de esta situación ha sido el gobierno del Frente Amplio uruguayo, al respecto afirma Arocena

en plena campaña electoral, encabezando las encuestas pero sin tener asegurada la mayoría absoluta, Vázquez anunció que su ministro de Economía sería Danilo Astori, político destacado cuyas posiciones moderadas habían sido minoritarias durante muchos años en el FA y que era visto por el empresariado y las IFIs como garantía de una cierta continuidad. A su vez, Vázquez fue eliminando de su discurso, gradual pero sistemáticamente, sus planteamientos más «estadocéntricos» y sus afirmaciones más polémicas, eficaces para convocar a la militancia pero que ponían en riesgo el voto centrista (2005:152)

Lo mismo podemos ver en el gobierno petista de Brasil donde la política económica tiene como objetivo central la estabilidad macroeconómica, la autonomía del banco central, el control de la inflación y el crecimiento económico, los pilares de la escuela de Chicago.

A pesar de la opinión de Castañeda (2006:41) en contra de la nacionalización de los recursos naturales en términos macroeconómicos creemos que esta es una de las políticas más positivas que han tomado algunos de los países de América del Sur y quizá la forma de diferenciar a los gobiernos de izquierda en la región, aquellos que tienen en la mira un modelo alternativo de desarrollo (Bolivia y Ecuador, también Venezuela) han ido por la senda de la nacionalización, aquellos que solo matizan en el discurso su oposición al modelo neoliberal han dejado los recursos naturales en manos del mercado y en la mayoría (Argentina, Chile, Perú y Brasil en menor medida por su inversión en el sector industrial) han profundizado el modelo extrativista exportador dejando los recursos estratégicos en manos de empresas trasnacionales que se convierten en verdaderas economías de enclave, dejando a los países cada vez más sumidos en la pobreza y convertidos en los basureros de los países desarrollados.

El sistema político de los gobiernos progresistas ¿democracia, populismo o autoritarismo?

A decir de Reygadas (2007:10) un elemento decisivo para que los nuevos gobiernos de izquierda hagan una diferencia es su compromiso con la democracia, si es sustantivo o meramente instrumental, si promueven o no mecanismos de democracia participativa, transparencia y rendición de cuentas o reproducen formas de populismo, corporativismo y clientelismo. Y al igual que con la política macroecómica el panorama es ambiguo ya que encontramos gobiernos como el Uruguayo, el brasileño o el chileno que son respetuosos de la democracia formal pero en otros lugares, muchas veces para poder torcer las oposiciones a estos regímenes de gobierno las acciones rozan la ilegalidad.

Ahora bien, resulta interesante analizar algunas figuras que han sido incorporadas en las nuevas constituciones de Bolivia y Venezuela que apuntan a socializar la democracia, a hacerla más participativa como son los mecanismos de democracia directa (referéndum, consultas populares y la iniciativa popular). Además de la novedosa figura del referéndum revocatorio el cual aumenta la accountability y la rendición de cuentas de los gobernantes así como coadyuva a aminorar los problemas de la falta de responsabilidad de los gobernantes para con los gobernados. En términos de la ampliación de la democracia formal, un proceso que habrá que seguir muy de cerca será la elección popular de miembros del poder judicial en Bolivia.

Como venimos diciendo estos procesos de ampliación y consolidación democrática no son lineales ni unívocos en toda la región ya que conviven con métodos de acción política autoritarios como son el cierre de canales y medios de comunicación opositores y de hostigamiento y persecución de líderes opositores como ocurre en Venezuela o el gobierno por decreto como en Argentina lo que conlleva a una concentración del poder en líderes carismáticos que ya más que populistas son gobiernos cuasi autoritarios o que se acercan a la categoría del Autoritarismo Competitivo. (Levitsky y Way, 2004:159-176)

Así mismo en la mayoría de los gobiernos (excepto el gobierno de Morales en Bolivia) no vemos la intención de ampliación de la democracia a otras esferas ya que por ejemplo las reformas de flexibilización laboral no se han derogado lo que atenta con la democratización en los lugares de trabajo.

En definitiva, como bien advierte Reygadas, a la hora de evaluar las tendencias democráticas de los nuevos gobiernos de izquierda

el dilema estriba en si éstas formas de conducción política darán paso a una normalidad democrática, con instituciones y reglas claras, dotadas de contrapesos y mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, o se convertirán en regímenes autoritarios. Mientras que Bolivia parece seguir el primer camino, la evolución reciente de Venezuela y Ecuador parece ir en el sentido de un autoritarismo creciente que restringe los derechos democráticos. (2007:11)

Incluso hay autores que van más allá con la crítica acerca de la imposibilidad de construcción de un modelo democrático desde estos regímenes de izquierda fundamentalmente porque no se ha constituido un lazo entre las luchas y movimientos sociales y los partidos políticos para colocar estas luchas dentro de un marco institucional democrático (Touraine, 2006:46-55) Ejemplo de esta situación es la constante desvinculación de los movimientos sociales que en un principio apoyaron los gobiernos de la nueva izquierda en América Latina. Por ejemplo, el no apoyo de los zapatistas al candidato de izquierda en México, el apoyo inicial y posterior retiro del mismo del MST al gobierno de Lula, la división que se produce en el movimiento piquetero argentino en torno al gobierno kirchnerista, entre otros. Ahora bien, es destacable el papel importante que ha tenido el MAS en Bolivia para incorporar a los movimientos sociales al proceso democrático incluso en la representación de los mismos durante la reforma constitucional.

La lucha contra la desigualdad: ¿hay cambio en las políticas sociales?

Otro de los criterios para poder catalogar a un gobierno de izquierda es su compromiso con los intereses de las clases populares y por lo tanto su compromiso con la igualdad, es por este motivo que resulta interesante ver que están haciendo los gobiernos sudamericanos en materia de lucha contra la desigualdad y de políticas sociales igualitarias.

Aunque ha habido algunos avances en la lucha contra la desigualdad si uno analiza la política social de los gobiernos de izquierda no son muy diferentes de la de los antecesores neoliberales ya que, las mismas siguen dependiendo fundamentalmente de transferencias monetarias condicionadas a los sectores de menores ingresos. Este tipo de política social es proclive al clientelismo y asistencialismo y además no contribuye a aminorar otro tipo de desigualdades además de la de ingreso, como es la desigualdad de género o de acceso al conocimiento.

Son muy pocos los intentos que se han llevado a cabo en la región para ampliar los derechos económicos, sociales y culturales y poco se habla ya del universalismo de la política social. Un ejemplo interesante han sido las políticas de alfabetización y de salud implementadas en Venezuela y Bolivia siguiendo el modelo cubano así como la asignación por hijo implementada recientemente en Argentina.

Según Reygadas (2007) los principales problemas de la política social de los gobiernos del giro a la izquierda son: la dependencia de la ampliación de la política social del ingreso petrolero y de los precios de commodities, principales ingresos de los gobiernos de la región, su escasa apuesta por el universalismo lo que vuelve las políticas sociales de los gobiernos de izquierda proclives al asistencialismo y clientelismo. La focalización de las mismas en el combate a la pobreza y no en la lucha contra la desigualdad y la no extensión de la política social hacia el combate de desigualdades más allá de la desigualdad del ingreso, por ejemplo no se han pensado políticas de redistribución de tierras, incluso este ha sido uno de los cuestionamientos principales a la gestión de Morales por parte de los movimientos campesinos e indígenas que han acompañado el proyecto boliviano y que llevaron a Evo morales al poder. Reygadas (2007) va incluso más allá en este tema y destaca como un problema de la política social de la izquierda el no atacar nuevas formas de desigualdad que caracterizan a la economía de servicios y la sociedad del conocimiento (por ejemplo las desigualdades educativas, la desigualdad en el empleo, la brecha digital y el acceso diferencial a los recursos financieros).

Las relaciones con los EEUU y los centros de poder: el bolivarianismo y la integración latinoamerica

En cuanto al criterio del compromiso con un nacionalismo antiimperialista y la no injerencia de los EEUU en América Latina creemos que es el punto en el que hay más acuerdo en la región. Vemos que la mayoría de los países de América del Sur han abandonado las “relaciones carnales” como se definían en la Argentina de los 90 con los EEUU, y han intentado desarrollar una vía de integración a la economía mundial privilegiando el regionalismo abierto. Dándole énfasis a la UNASUR con la creación del Banco del Sur, el impulso a un mecanismo de integración basado en la solidaridad y no en los rendimientos económicos como es la ALBA y en los últimos meses dando forma a una iniciativa de integración latinoamericana que a diferencia de la OEA no tenga participación del gobierno de EEUU.

Incluso países que han sido más cercanos al gobierno norteamericano y que incluso han celebrado tratados de libre comercio como Chile han mantenido posiciones al menos distantes de este país por ejemplo al pronunciarse en contra de la invasión estadounidense a Irak en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Ahora bien, en el vocabulario clásico de la izquierda marxista, antiimperialismo significaba también oposición al capitalismo, ya que el imperialismo era la fase superior del capitalismo pero como bien lo refleja Arditi, citando a Claudio Lomnitz “los cambios en la posición de América Latina en la economía internacional han llevado hoy a concebir el “antiimperialismo menos como anti capitalismo que como una política de reconfiguración de bloques regionales” (Lomnitz, 2006 citado en Arditi, 2009:233). Como ya hemos mencionado ninguno de los gobiernos de izquierda en Sudamérica ha sido capaz de dejar de lado la economía de mercado capitalista.

Conclusión: la cumbre del gatopardismo

Afirma Castañeda que “los mejores ejemplos de la reconstrucción de la izquierda radical pueden encontrarse en Chile, Uruguay y haciendo un poquito de extensión, Brasil. Esta izquierda enfatiza la política social pero junto a un marco más o menos ortodoxo de mercado”. (Castañeda, 2006:35) Luego del análisis que hemos realizado nos preguntamos ¿es esto realmente un movimiento de izquierda o simplemente son partidos ubicados en el centro del espectro político con algún acercamiento hacia una ideología socialdemócrata al estilo europeo pero que no trascienden la política liberal?

Haciendo una relectura de los puntos desarrollados hasta aquí, en primer lugar, afirmamos que no es posible ser de izquierda y seguir comprometidos con la política de mercado intentando pura y exclusivamente hacer un poquito mejor la vida de los de abajo, de los jodidos de siempre.

Es imposible negar que el progresismo sudamericano (no me atrevo ya a llamarlos gobiernos de izquierda) es hijo del neoliberalismo y está marcado por la impronta del capital financiero y por el poder de las empresas multinacionales de las que no pueden prescindir y mucho menos “regular”, por lo tanto no se nota una reconfiguración de las fuerzas políticas en favor de las mayorías, la cúspide del poder la siguen compartiendo la élite política con los dueños del capital aunque ahora en manos de una incipiente burguesía nacional coligada con los dirigentes sindicales como ocurre en Argentina.

Hace pocos días al relatar la asunción del nuevo presidente uruguayo José “El Pepe” Mujica un periodista afirmaba que en realidad en estos momentos de crisis global del capitalismo nada mejor para lavarse la cara que impulsar gobiernos de aquellos que siempre lo han combatido. Aunque no queremos caer en reduccionismos ya que como se ha venido mostrando hay procesos de cambio social y político muy interesantes impulsados por estos gobiernos, creo que en alguna medida esta ola de gobiernos y discursos progresistas que no profundizan los cambios sociales no hacen más que ser funcionales a un sistema que siempre dejará desamparado al campo popular. En definitiva acordamos con Touraine que “desde hace veinte años, se habla en todas partes de la necesidad de dar prioridad a la lucha contra las desigualdades” sin embargo, “en términos generales, esa lucha no se ha producido o, en todo caso, no ha alcanzado sus objetivos. (Touraine, 2006:52-53)

En este sentido es que quiero concluir este trabajo dejando claro que sólo un compromiso con una política democrática radical y con trasformaciones sociales más profundas nos permitirá luchar contra la desigualdad, de lo contrario, como afirma Caparrós “estos intentos de maquillar la crueldad de un sistema con polvos de izquierdita no son más que una cumbre del gatopardismo”. (Caparrós, 2009)

Bibliografía

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